02 mayo 2012

La hoja de reflexión


Tercera hora del martes, estoy de guardia y me toca permanecer en el Aula de Convivencia.
La mañana está tranquila, no llueve, no sopla cierzo, no es luna llena, puede parecer una tontería, pero creo que mis adolescentes no lo saben y se dejan afectar por cualquier cuestión meteorológica, astrológica o ilógica.
Faltan 10 minutos para el recreo y aparece Miriam, la miro con cara de sorpresa, ella sonríe y pone carita de niña buena, sin hacer ruido se sienta, me vuelve a mirar, se ríe, vuelve a poner carita y le digo:”no, Miriam, esta vez no te va a servir”, mira hacia la mesa, levanta de nuevo la mirada con picardía, esta vez no puede más y se ríe abiertamente.
Es un encanto de adolescente, un metro y setenta centímetros de pelirroja, inteligente y ruidosa. Me divierte que siga poniendo cara de niña buena con esa presencia física, me divierte porque sé que en su interior sigue viviendo esa niñita buena y traviesa.
Le entrego la hoja de reflexión que elaboré hace unos años y le pido que me encargue unas fotocopias (es la última). Cuando vuelve de conserjería coge una y hace mención de marcharse a su silla, la freno y le pido que se siente conmigo; se sorprende, es bueno, así se abre más.
M. E.: “¿La rellenamos juntas de palabra?”
M.: Vale.
Siento su inquietud a mi lado, no sabe muy bien qué va a pasar pero se presta, me siento muy afortunada (vivir la experiencia de un o una adolescente que se entrega a tu propuesta, se abre, colabora, es sincera,…, es fantástico). Leemos juntas las preguntas:
-          ¿Qué ha pasado? (solo hechos), “estábamos hablando todas”, la miro como preguntando: ¿todas?, me entiende y rectifica. “Bueno, estaba con Ana y Sonia y hablábamos todas”, soy muy teatral y le pregunto con una expresión excesiva de asombro “¿hablando en clase?”, baja la cabeza, se ríe, se sonroja un poquito (me parece tan tierna), me mira y dice “si”; está claro que hablaban del chico que le gusta a alguna de ellas. “Pero a ellas no las ha expulsado y a mí si”. ¡Hmmm, las comparaciones! “No me lo puedo creer, ¿solo te ha expulsado a ti?”, “si, (entra al trapo como un vitorino) ya lo ves”, “¿no será que has hecho algo diferente a ellas?”, “no, de verdad, estábamos hablando todas y luego Sonia ha dicho algo y yo me he reído”, por fin llegamos, sé cómo se ríe, con todo el cuerpo, con todas y cada una de las células de su cuerpo. Nos miramos y no hace falta seguir hablando así que pasamos a la siguiente pregunta.
-          ¿Cómo te has sentido? (solo emociones), “mal, yo quería otra oportunidad”, es muy dócil, seguro que no la ha pedido.
-          ¿Qué hubieras necesitado?, “que me dejara en clase”, “lo hubieras retomado ¿verdad?”, asiente con la cabeza, las dos lo sabemos.
-          ¿Qué crees que se podría hacer para mejorar y reparar la situación?, ¿qué estás dispuesto a hacer? Me mira sin entender qué dice la pregunta, “¿te has disculpado con la profesora?”, niega con la cabeza, la miro y hago un gesto para que entienda que eso es una buena propuesta. Damos la vuelta a la hoja y pasamos a las preguntas de la “empatía”.
-          ¿Qué ha visto el profesor?, la miro de reojo y añado “o ¿qué ha oído?”, sonríe y asiente.
-          ¿Cómo crees que se ha sentido?, “incómoda y molesta”, casi no ha dado tiempo a terminar de leer y ya contesta, ¡qué buenas eres, Miriam!.
-         ¿Qué crees que hubiera necesitado?, “¿Qué me disculpara?”, (sonrío mientras pienso “¡qué cara dura tienes!, sabes de sobra que sí y lo preguntas”), continúo mirándola y comenta: “pero ella me tenía que haber dado otra oportunidad, yo sé controlarme y no me hubiera vuelto a reír”. “Pero no se lo has dicho”, “no”.
Es cierto, se hubiera controlado, la animo para que busque a la profesora, se disculpe, de diga que comprende su expulsión, que era justificada y que le pida, por favor, que la próxima vez, si es que la hay, le dé una segunda oportunidad, que le deje demostrarle que puede retomar un mal momento. Me asegura que lo hará.
Encuentro a Miriam el viernes y la asalto,
M. E.: ¿has hablado?,
M.: ¿con quién?, ¡ah!, no, me he cambiado de sitio y así no hablo.
M. E.: pero esa no es la solución.
Me mira y entra a clase.
¡Qué difícil es conseguir que una alumna o un alumno hablen con un profesor!, que se disculpen y se comprometan a cambiar una actitud, un gesto, algo! Debe de haber otra forma de conseguirlo, seguiré intentándolo.

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