Tercera
hora del martes, estoy de guardia y me toca permanecer en el Aula de Convivencia.
La
mañana está tranquila, no llueve, no sopla cierzo, no es luna llena, puede
parecer una tontería, pero creo que mis adolescentes no lo saben y se dejan
afectar por cualquier cuestión meteorológica, astrológica o ilógica.
Faltan
10 minutos para el recreo y aparece Miriam, la miro con cara de sorpresa, ella
sonríe y pone carita de niña buena, sin hacer ruido se sienta, me vuelve a
mirar, se ríe, vuelve a poner carita y le digo:”no, Miriam, esta vez no te va a
servir”, mira hacia la mesa, levanta de nuevo la mirada con picardía, esta vez
no puede más y se ríe abiertamente.
Es
un encanto de adolescente, un metro y setenta centímetros de pelirroja,
inteligente y ruidosa. Me divierte que siga poniendo cara de niña buena con esa
presencia física, me divierte porque sé que en su interior sigue viviendo esa
niñita buena y traviesa.
Le
entrego la hoja de reflexión que elaboré hace unos años y le pido que me
encargue unas fotocopias (es la última). Cuando vuelve de conserjería coge una
y hace mención de marcharse a su silla, la freno y le pido que se siente
conmigo; se sorprende, es bueno, así se abre más.
M.
E.: “¿La rellenamos juntas de palabra?”
M.:
Vale.
Siento
su inquietud a mi lado, no sabe muy bien qué va a pasar pero se presta, me
siento muy afortunada (vivir la experiencia de un o una adolescente que se
entrega a tu propuesta, se abre, colabora, es sincera,…, es fantástico). Leemos
juntas las preguntas:
-
¿Qué ha
pasado? (solo hechos), “estábamos hablando todas”, la miro como
preguntando: ¿todas?, me entiende y rectifica. “Bueno, estaba con Ana y Sonia y hablábamos todas”, soy muy teatral
y le pregunto con una expresión excesiva de asombro “¿hablando en clase?”, baja la cabeza, se ríe, se sonroja un
poquito (me parece tan tierna), me mira y dice “si”; está claro que hablaban del chico que le gusta a alguna de
ellas. “Pero a ellas no las ha expulsado
y a mí si”. ¡Hmmm, las comparaciones! “No
me lo puedo creer, ¿solo te ha expulsado a ti?”, “si, (entra al trapo como
un vitorino) ya lo ves”, “¿no será que
has hecho algo diferente a ellas?”, “no, de verdad, estábamos hablando todas y
luego Sonia ha dicho algo y yo me he reído”, por fin llegamos, sé cómo se
ríe, con todo el cuerpo, con todas y cada una de las células de su cuerpo. Nos
miramos y no hace falta seguir hablando así que pasamos a la siguiente
pregunta.
-
¿Cómo te
has sentido? (solo emociones), “mal, yo quería otra oportunidad”, es
muy dócil, seguro que no la ha pedido.
-
¿Qué
hubieras necesitado?, “que me dejara en clase”, “lo hubieras
retomado ¿verdad?”, asiente con la cabeza, las dos lo sabemos.
-
¿Qué crees
que se podría hacer para mejorar y reparar la situación?, ¿qué estás dispuesto
a hacer? Me mira sin entender qué
dice la pregunta, “¿te has disculpado con
la profesora?”, niega con la cabeza, la miro y hago un gesto para que
entienda que eso es una buena propuesta. Damos la vuelta a la hoja y pasamos a
las preguntas de la “empatía”.
-
¿Qué ha
visto el profesor?, la miro de reojo
y añado “o ¿qué ha oído?”, sonríe y
asiente.
-
¿Cómo crees
que se ha sentido?, “incómoda y molesta”, casi no ha dado
tiempo a terminar de leer y ya contesta, ¡qué buenas eres, Miriam!.
- ¿Qué crees
que hubiera necesitado?, “¿Qué me disculpara?”, (sonrío mientras
pienso “¡qué cara dura tienes!, sabes de sobra que sí y lo preguntas”),
continúo mirándola y comenta: “pero ella
me tenía que haber dado otra oportunidad, yo sé controlarme y no me hubiera
vuelto a reír”. “Pero no se lo has dicho”, “no”.
Es
cierto, se hubiera controlado, la animo para que busque a la profesora, se
disculpe, de diga que comprende su expulsión, que era justificada y que le
pida, por favor, que la próxima vez, si es que la hay, le dé una segunda
oportunidad, que le deje demostrarle que puede retomar un mal momento. Me
asegura que lo hará.
Encuentro
a Miriam el viernes y la asalto,
M.
E.: ¿has hablado?,
M.:
¿con quién?, ¡ah!, no, me he cambiado de sitio y así no hablo.
M.
E.: pero esa no es la solución.
Me
mira y entra a clase.
¡Qué
difícil es conseguir que una alumna o un alumno hablen con un profesor!, que se
disculpen y se comprometan a cambiar una actitud, un gesto, algo! Debe de haber
otra forma de conseguirlo, seguiré intentándolo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario