27 marzo 2014

Ellos también nos ayudan

El martes me sentí agobiada, tuve la mañana completa, muchas clases, una alumna que me pidió hablar en el primer recreo; necesitaba comentarme algo que le había pasado el fin de semana y le había creado un dilema tremendo de fidelidades entre una amiga y un amigo. En el segundo recreo ocupada también en el aula de convivencia con otro grupo de alumnas que me divierten y complican constantemente contándome sus vidas, son un grupo precioso que echaré de menos cuando se vayan del insti, son muchas horas juntas y muchas confidencias compartidas.
En fin, que no tuve tiempo ni de tomarme un café y me sentí agobiada. Cuando llegó quinta hora tenía que hacer el examen de sevillanas y creí que me había dejado la cámara de vídeo en casa, no la encontraba en el cuarto del gimnasio así que dije a los muchachos que entraran al pabellón, minipabellón, a practicar. Le dí las llaves del cuarto de material que tenemos cerca de las pistas, a una alumna para que fuera a buscar el equipo de música, las cogió y le acompañó Alberto, él es también un encanto y ahora lleva una mano escayolada que le tendrá fuera de juego bastante tiempo, como es muy nervioso me pareció bien que la acompañara.
Salí del gimnasio dispuesta a buscar en el último sitio posible o a encontrar otra que me permitiera grabar los exámenes. Me dí cuenta de que mi pareja de alumnos se quedaban hablando cerca del gimnasio y pensé que preferían "festejar" un poco en vez de hacerme caso, pero tenía prisa y no les dije nada.
Tuve suerte, la cámara estaba en el armario de la sala de profesores y volví al gimnasio, al entrar me esperaba Alberto sonriendo, como siempre, me dijo en tono suave:
Alberto: " No hemos ido a buscar el aparato de música porque está ahí dentro, (señaló con la cabeza el cuarto), lo he visto antes pero no te lo he dicho porque estabas muy preocupada".
Me quedé helada, le dediqué mi mejor sonrisa, abrí el cuarto (lo mantengo cerrado porque los chicos me dejan sus móviles para evitar problemas) y ... ahí estaba el equipo de música.
M.E.: "Muchísimas gracias, de verdad, no sabes cuánto te agradezco lo que has hecho".
Sacamos el equipo, yo estaba mucho más tranquila gracias al detalle y a la forma de regalármelo, y pudimos practicar con música. Los exámenes salieron bien, creo que faltaba un poco de "duende", pero salieron bien.
Al terminar la clase volví a recordar el detalle de Alberto, su gran empatía y cómo me ayudó a recuperar la calma.

20 marzo 2014

¿Agresivo, pasivo o asertivo?

Hoy tenía guardia con un grupo de 1º de ESO y he decidido trabajar un poco la comunicación.
He pedido a los alumnos que formaran un círculo, para ello tenían que levantarse sin hacer ruido con las sillas, y lo he conseguido, casi no me lo creo. He empezado a contar una historia en la que cada uno de ellos debía identificarse con el protagonista, es una historia un poco tonta que he inventado para llevarles a situaciones en las que un compañero nos cae mal al principio y luego bien, en el primer caso debemos insultarle y después elegir entre darle un beso o un abrazo. Cuando anuncio la última parte es inevitable que algunos se quieran cambiar de lugar, me río y les pido que no se muevan, que los futbolistas también se abrazan y besan cuando hacen gol y nadie los mira raro.
Terminamos y les pregunto si les costó más insultar o ser cariñosos y todos afirman que lo segundo. Algunos aclaran que depende de con quién, pero estamos de acuerdo en que, en general, es más fácil lo primero.
Volvemos a nuestros sitios y escribo en la pizarra tres palabras: "agresivo", "pasivo" y "asertivo". Un alumno repetidor, Marcos, rápidamente recuerda la actividad del curso pasado y pregunta: "¿Es lo mismo del año pasado?, yo quiero hacer de voluntario". Encantada, que lo recuerde me parece todo un lujo y que, además, quisiera participar, ¡genial!. Le tomo la palabra y sigo.
Empiezo a explicar las características de una persona agresiva, Marcos interviene constantemente interrumpiéndome, le recrimino y sigue igual.
M.E.: "Esto es un comportamiento agresivo, tiene todo, invade constantemente, habla más alto que yo, habla a la vez que yo, interrumpe".
Marcos se molesta, pero el resto de los compañeros asentían con la cabeza mientras yo lo comentaba. Que lo entiendan con un ejemplo en vivo y en directo me parece bien.
Paso a comentar ventajas e inconvenientes de ser pasivo. Marcos sigue interrumpiendo, pero ahora prefiero no hacerle caso, le pido que hable menos, pero ya no le pongo de ejemplo.
Lo de asertivo lo dejo para más tarde, pero les digo que una persona asertiva no tiene una varita mágica que solucione los problemas, solo que tiende a no crearlos y si ya están, los calma.
Vamos a hacer teatrillos para que lo entiendan mejor, pido voluntarios, salen 3 chicos y les explico la situación, Marcos ya la conoce y se coloca en la posición que le resulta más cómoda.
M.E.: "Vosotros os habéis portado muy bien y vuestros padres os han regalado dos entradas para ver un partido Madrid-Barsa"
Pedro: "Mejor Barsa-Madrid".
M.E.: "Vale, un partido Barsa-Madrid, pero cuando llegáis a vuestro asiento hay un señor al que no conocéis de nada. Primero venís como pasivos y él es agresivo. Recordad, el pasivo no quiere líos, no le gustan los enfrentamientos".
Hacen la representación y se ve claramente cómo el agresivo les intimida y deja sin alternativas.
En el siguiente teatrillo son todos agresivos. Empiezan sobreactuando y les pido que paren. Doy algunas indicaciones y lo repiten, esta vez sale bien.
Aprovecho lo que hemos vivido para explicarles que en un conflicto hay tres ingredientes, una diferencia, una lucha de poder y emociones, analizamos todos los ingredientes en la situación vivida.
Miro el reloj, solo faltan 5 minutos para que toque el timbre y con tantas interrupciones casi no queda tiempo para la última representación así que la hago yo.
Llego con mi entrada, Marcos sigue agresivo, pero con mi asertividad el no se levanta de la silla, no grita y no insulta. Les hago ver al resto de los alumnos que un conflicto es diferente cuando uno se comporta de forma asertiva, recuerdo que un asertivo no tiene una varita mágica, pero que el problema se soluciona mejor.
M.E.: "¿Estáis de acuerdo?", afirman que sí, todos parecen haberlo entendido. "¿Intentaréis hacerlo de forma asertiva la próxima vez que tengáis un problema?".
Vuelven a afirmar. Sé que la ley de la inercia es muy importante y lo más seguro volverán a repetir esquemas, pero no me importa, si conocen otras posibilidades podrán utilizarlas alguna vez y si ven que funcionan las repetirán y acabarán siendo asertivos en más ocasiones.

13 marzo 2014

Hace falta que nos disculpemos

En atención educativa con 4º de ESO se habla de muchas cosas. El otro día les comentaba una actividad sobre higiene dental que vamos a realizar, no esperaba entusiasmo ni emoción, pero Pedro hizo un comentario
Pedro:  "Mi hermano es protésico dental y me contesta cualquier duda que tenga".
Reconozco que me molestó, da igual lo que se les proponga, parece que siempre les sobra. En este curso hemos propuesto una mañana de rocódromo y otra de laser-game y no han salido, no conseguimos que los alumnos se motiven, que se animen a realizar actividades diferentes. Estoy cansada de buscar propuestas útiles o interesantes que puedan enganchar a los chicos. Vale, lo de higiene dental no es emocionante, pero puede ser práctico, solo llevan 10 años con esos dientes y casi la mitad de los alumnos tienen caries y muchísimos necesitan ortodoncia. 
Entre que era última hora y que no me gustó nada el comentario hice una intervención.
M.E.: "¡Ah!, claro, como tu hermano es protésico ya no hace falta que venga nadie a explicar nada, los demás no cuentan".
Pedro: "No, que te estoy diciendo que a mí mi hermano me explica todo lo que le pregunto".
M.E.: "Ya, y te repito que por eso los demás se quedan sin charla".
Se generó una momento de revolución, estaba claro que a ellos no les motivaba la charla. Les dije que no era lo mismo un protésico que un dentista, como no es lo mismo un óptico que un oftalmólogo. Les pregunté si conocían la diferencia entre uno y otro y como la desconocían la expliqué.
Una alumna que lleva un corsé, Sara, me decía que su médico es muy joven y sabe menos que el vendedor de la ortopedia. Comentamos por qué no cambiaba de especialista si no confiaba en él, ella decía que lo conocía y que como además estaba el de la ortopedia, le servía; algunos opinaron que si estaba bien así era mejor dejarlo, otros pensaban que era mejor cambiar de médico, se abrió un pequeño debate.
Al fondo de la clase David hablaba con su compañero y en un momento dado levantó la mano, se notaba que estaba molesto por algo, esperé a terminar la conversación de Sara para darle la palabra.
David: "Estoy cansado de que los profesores estén siempre con lo mismo, pues no sé la diferencia entre óptico y oftalmólogo, pero si me pongo a hablar aquí de cosas del campo seguro que ninguno sabe nada tampoco. Que siempre están con lo mismo, que si no les vamos a pagar las pensiones, que si tal". Tuve la sensación de que se cortó, que no quiso seguir.
Estaba muy molesto, rectifico, estaba dolido y manifestó su rabia de forma directa y clara, pero sintió que no era correcto y cortó de una forma un poco brusca. No me extraña, es una delicia de alumno, uno de esos chicos que van bien en todo, estudian, son buenos compañeros, se esfuerzan en los deportes, saben perfectamente medir sus palabras, es muy simpático, con un punto de picardía acertadísimo, sincero, espontáneo, ocurrente sin llegar a cansar, tiene un gran sentido común y una sonrisa limpia de esas que te contagian y sonríes con él aunque no te lo propongas. 
Diría muchas más cosas sobre David, y todas buenas, pero creo que ya he dibujado un poco su perfil y se comprende que yo no pudiera enfadarme ni molestarme por su intervención, aunque él la cortó bruscamente pensando que era así. No me puedo molestar, sobretodo, porque comprendí que tenía una gran dosis de razón. Es cierto que los profesores, por nuestra formación, porque somos mayores (que más sabe el diablo por viejo que por diablo, como dice el refrán), porque estamos ahí para enseñar, o por lo que sea, a veces somos pedantes. Tenía toda la razón. Algunos compañeros intervinieron para afirmar que no estaban de acuerdo con él, otros le apoyaron, dejé que se expresaran un poco y luego intervine.
M.E.: "Tienes razón David, estoy de acuerdo contigo - me miró sorprendido y todos guardaron silencio al escuchar mis palabras - es cierto que en ocasiones los profesores somos un poco pedantes y nos creemos muy por encima de vosotros. Te doy la razón también en lo que has dicho del campo; yo, que soy muy de ciudad, no sabría nada sobre ninguno de los términos que comentaras. Y en cuanto a lo de la jubilación, estoy segura de que no nos la vais a poder pagar vosotros, pero no porque no trabajéis, es que la natalidad ha bajado tanto que no habrá trabajadores suficientes para mantener el sistema de pensiones tal y como está ahora. Y además te pido disculpas, a tí y a todos los que estáis aquí, porque creo que yo he sido una pedante y no tenía motivo para haber hablado así".
David: "No, no, que no hace falta que te disculpes". Casi se disculpaba él ante mí al decirlo.
M.E.: "Si, claro que sí, hace falta y lo hago, no pasa nada".
No fue el único que me miró con gran sorpresa cuando me disculpé y continuó la clase con otros debates.

Le he dado muchas vueltas a ese momento, ¿nos disculpamos los profesores bastante cuando nos equivocamos?, ¿sabemos rectificar?, ¿sabemos bajar de nuestra tarima imaginaria y darles la razón cuando la tienen?, ¿cuántas veces no lo hacemos conscientemente?. 
Si David, hace falta que nos disculpemos y creo que deberíamos hacerlo siempre.

05 marzo 2014

Yo me quedo contigo para ayudarte

Mientras hago la guardia de patio me llama José Luis, un compañero que la realiza en el edificio de ciclos formativos y me pide que entre en el baño de las chicas. Supuse que habían entrado muchas y no había salido ninguna, lo normal es que fumen, (se aprovechan de que hay un profesor de guardia, y no se atreverá a entrar para vigilar y así fuman más tranquilas); asiento y encuentro varias niñas sentadas en el suelo y comiéndose el bocadillo, otras de pie hablando y una (al menos una) utilizando el baño con normalidad.
M.E.: "Venga, todas fuera. ¿Cómo podéis comeros el bocadillo en el suelo del baño?".
Laura: "Es que estamos más tranquilas".
M.E.: "Ala, fuera".
Me obedecen sin mucha resistencia y confieso que lo agradezco, si se ponen remolonas pierdo 5 minutos o más. 
Salgo de nuevo y me comenta José Luis lo importante de cuidar ciertas situaciones, opino lo mismo y me comprometo a pasar a vaciar el baño de las chicas en cada guardia de recreo. En ese momento vemos una "marabunta" de chicos desplazándose. Sabemos perfectamente que eso es un follón, alguien está discutiendo y todos van a ver qué pasa y a gritar para que se calienten los ánimos y se peleen. 
Salgo rápido y veo a una alumna, María, que ha tenido varios enfrentamientos con varias chicas, ella y dos más encabezan la procesión; intuyo que esta vez no quiere pelea, al menos no a la forma tradicional o se habría quedado en un lugar y no avanzaría con esa "procesión" de compañeros. Me planto con los brazos cruzados ante el grupo y les grito que se vayan. Como era de esperar tengo poco éxito; vuelvo a gritar que se vayan y se dediquen a sus cosas, que queda poco recreo y es mejor que lo aprovechen. En ese momento un alumno se pone a mi lado y me dice: "yo me quedo contigo para ayudarte".

Sentí como si se parase el mundo un segundo, es la primera vez que ante una situación así, un alumno se pone a mi lado y me ofrece su ayuda. Además tuve una suerte increíble, Adrián es un chico repetidor de 2º de ESO que aparenta ser más mayor por su altura y desarrollo físico, está bien considerado entre los compañeros y gusta bastante a las chicas, era el alumno ideal para conseguir disolver el grupo sin problemas. Le miré, le sonreí y le pedí que me ayudara. 
Mientras lo hacíamos María pasa a mi lado, le tomo el brazo mientras le pido que se quede conmigo, que quiero hablar con ella.
María: "¿Para qué?".
M.E.: "Para hablar contigo, solo para eso, espérame un momento". 
Y se queda cerca, no sigue, me sorprende y me alegra por igual. 
Conseguimos que se calmaran los ánimos, agradecí a Adrián su inefable apoyo y pienso en llevar a María a un lugar con menos observadores.
La cogí de nuevo del brazo y la llevé al aparcamiento, junto a los autobuses, y le pregunté qué pasaba.
María: "Nada". Totalmente a la defensiva, comprendí que sacaría poco, pero quería intentarlo tras el éxito anterior.
M.E.: "Es imposible que no pase nada y te siga medio instituto".
María no me mira, está cerrada y con aire chulesco, pero sigo.
M.E.: "¿Te has vuelto a pelear con alguien?, ¿qué ha pasado?"...
Sigue mirando a otro lado, cruza los brazos.
M.E.: "A nadie nos gusta discutir y estar nervioso".
María: "A mí si, a mí me gusta insultar".
Sé positivamente que no es cierto, pero ahora solo puedo recoger la información y pedirle que hasta que acabe el recreo no se acerque a las chicas con las que ha discutido. Asiente con la cabeza y la creo.
La semana siguiente en la clase de Adrián recalqué lo sucedido y le volví a agradecer su gesto; comenté que es la primera vez que me sucede y que si hubiera más chicos con esa actitud habría muchos menos problemas entre los alumnos. Se sintió orgulloso e intimidado con las miradas de los compañeros, pero a pesar de ello me dedicó su encantadora sonrisa y una mirada de complicidad preciosa, en la que leí claramente, que volvería a hacerlo si se repitiera la situación. 
Además de una gran satisfacción personal por haber conseguido que uno solo de mis alumnos me apoyara, me sentí bien porque estoy segura de que desde este momento, todos le admiran aun más que antes; y se lo merece.

EL CONFLICTO - 5 La lucha de poder (globos)

Al hablar de conflicto con el alumnado les pongo un ejemplo:  Imaginad que llego a clase y le digo a mi amiga, "mira qué zapatillas más...