12 febrero 2014

Escríbeme un cuento

El lunes, conforme entro en el instituto, me asalta una de las alumnas que me suelen acompañar en el aula de convivencia durante los recreos y me entrega una hoja mal doblada.
Rosa: "Léela y luego me la devuelves".
La recojo y le digo que sí. Como voy a clase la meto en el bolsillo del abrigo pensando en mirarla más tarde. Empiezo la clase, organizo a los alumnos que juegan a floorball (una adaptación de hockey) y no puedo evitar echarle una ojeada a ese papelillo mal doblado. Es una hoja de papel cuadriculado tamaño cuartilla que lleva otro pedazo más dentro. Empiezo a leerla y casi se me hiela la sangre. Cuenta una vida extraña,  llena de rupturas, separaciones, cambios; no han sido fáciles sus 15 años. Desconocía gran parte de lo que allí contaba y me ha sorprendido. 
Estoy en clase y no puedo termianrla, la recojo de nuevo, después tengo guardia y seguro que puedo prestarle la atención que merece.
Jugamos, enredamos, y terminamos la clase. Cuando me dirijo de nuevo al gimnasio para que los chicos se cambien de camiseta (los que lo hacen, claro) y recoger las cosas, vuelvo a coincidir con Rosa  que me pregunta si lo he leído.
M.E.: señalo a los alumnos mientras le contesto, "he tenido clase, no me ha dado tiempo".
Rosa: "Luego me la devuelves".
M.E.: "¿No me la vas a regalar?".
Rosa: "No". 
Me contesta de espaldas, contundente, sin mirarme; está claro que no la voy a convencer.
He leído la carta despacio, prestándole toda la atención que merecía y estoy deseando que llegue el recreo para hablar con ella. Además de situaciones complicadas manifiesta mucha rabia, muchísima, pero muy contenida. Evoco momentos pasados con ella y la recuerdo cerrada y cabezona. Quizás es porque no sabe cómo manejar algunas emociones y prefiere cerrarse en banda.
Llega el momento, soy puntual, aparece con Ainara. 
Rosa: "Dámela", lo dice extendiendo la mano.
Yo vuelvo a insistir sabiendo que es una batalla perdida y, al final, se la entrego.
M.E.: "Rosa, ¿te das cuenta de que tienes mucha rabia?".
Rosa: "Claro".
M.E.: "¿Por qué no la sacas?".
Rosa: "¿Y qué hago?, ¿machaco a alguien?".
Sería capaz.
M.E.: "No, mujer, ¿por qué no escribes un cuento?"
Rosa: mirándome raro, "No sé".
Ainara: "Pues es verdad, tu hazle caso a Maria Eugenia que sabe mucho y te va a ayudar".
Rosa: levantando el tono de voz, "pero es que no sé escribir un cuento. ¿Un cuento de qué?".
M.E.: "De lo que tú quieras, pero hazlo, en él vas a contar cosas, emociones,... te va a ayudar a comprender cómo te sientes y a sacarlo fuera".
Rosa: "Un cuento de una hormiga"
Lo dice provocándome, queriendo evitar hacerlo.
M.E.: "Perfecto, ¿por qué no?".
Rosa: "Y ¿qué cuento? - se ríe, se revuelve en la silla - que había una vez una hormiga en el campo y se perdió y no volvió a encontrar a nadie y se murió. Ya está".
Hay un punto de desafío en su mirada, pero solo me inspira ternura y le sigo el juego.
M.E.: "Pues solo con eso ya me has dado mucha información".
Ainara: "Lo ves, hazle caso, escribe el cuento y tráeselo".
Rosa: "¿Pero qué has sacado de eso?".
Su curiosidad le puede, es bueno para las dos y un gran reto para mí que, de nuevo, me he metido en una situación complicada y debo esforzarme para que mi preciosa Rosa no siga sufriendo tanto, al menos que no le siga haciendo tanto daño la difícil vida que le está tocando.
M.E.: "Me dice por ejemplo, que quieres salir de tu momento, que no quieres seguir viviendo la vida que llevas, pero sabes que sola no vas a ninguna parte. Quizás por eso me estás pidiendo ayuda".
Se crea un corto silencio, Rosa me mira sorprendida y Ainara, que tiene mucha energía y desea ayudarla añade.
Ainara: "¿Lo ves?, escríbelo que te ayudará - mirándome a mí y haciendo un gesto de madre - ¡es de cabezona!".
Nos reímos.
Rosa: "Vale, que lo escribiré, te lo prometo. ¿De una hormiga?".
M.E.: "De lo que te dé la gana, pero escríbelo y dámelo, por favor".
Hoy es ya miércoles y no lo tengo, pero confío en ella y en su necesidad de sacar todo el dolor y la rabia que lleva contenidos y que le están haciendo mucho daño.
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05 febrero 2014

Lo que pasa en el instituto es de todos

Casi acaba el recreo, voy a salir del aula de convivencia cuando veo aparecer por el pasillo a un profesor de ciclos, Antonio, con un alumno.
Conozco al muchacho, Luis, es un chico de 2º de ESO, repetidor, (nadie entendimos el por qué), impulsivo, cariñoso, simpático, sensato cuando quiere, enredador sin sentido de la medida, pero buen crío.
Pregunto a Antonio qué ha pasado y me comenta que se estaba peleando, me sorprendo. Luis me dice que no, que no ha sido así exactamente, que parecía pero que no se peleaban. Es enredador y no tiene sentido de la medida como ya dije, pero no es peleón. Antes de vacaciones se vio en un lío y no tengo ganas de que se vea en otro, creo que puede solucionarse así que le pido que lo pase conmigo y yo veré si hace falta que intervenga Jefatura, Antonio confía en mí y nos deja solos.
M.E.: "¿Qué ha pasado?".
Luis: "Nada, que estaba con Daniel pero no nos peleábamos, te lo juro, que no nos peleábamos, que nos llevamos bien".
M.E.: "Vale, pero no me has contado qué pasó para que Antonio te trajera".
Luis: me mira sorprendido y pregunta "¿Quién es Antonio?".
M.E.: "El profe que te acaba de traer".
Luis: "¡Ah!, pues que Daniel me ha bajado los pantalones varias veces y yo no me he enfadado, pero yo se los he bajado hoy y él se ha vuelto contra mí, le he empujado y como el suelo estaba mojado se ha resbalado y entonces nos ha visto el profesor".
M.E.: "Hombre, ¿comprenderás que parecía que os peleabais?".
Luis se pone nervioso, siempre que sale a la luz alguna de sus trastadas se defiende y se molesta por nuestras intervenciones.
Luis: "Pero que no ha sido así, que cuando se los he bajado le he dicho te lo debía, pero en broma". Pone cara de picardía cuando lo dice, estoy segura de que fue así.
M.E.: "Si yo te creo, pero estarás conmigo en que parecía una pelea, además ese profesor es de ciclos y como no te ha dado clase no te conoce".
Luis se revuelve en la silla, tengo que calmarlo o se cerrará, cuando se enfada se pone cabezón y no razona así que decido ir a buscar a Daniel, hablando los tres será más fácil.
En ese momento entra una de las Jefas de Estudios y pregunta, le aclaro que no es nada y que lo podemos solucionar sin más. De paso le pido que busque a Daniel.
Luis: "Lo que más me j... (le consiento la palabrota, es un mal menor y me parece permisible que saque la rabia así) es que no ha pasado nada, que luego le pido perdón y no pasa nada.
M.E.: "Luis, que tampoco va a pasar nada así; te he traído para que no pase, que si llega a Jefatura es peor y tú has visto que te he metido aquí sin decirle nada a nadie".
Parece que lo entiende, sigue enfadado pero no se ha puesto cabezón. En ese momento entra Daniel llorando. No me sorprende, es buen chico, más bien tímido, nunca ha tenido problemas y supongo que esta situación, nueva para él, le supone un duro trago.
Le pido que se siente, lo hace, le ofrezco un pañuelo de papel, lo coge y se seca las lágrimas.
M.E.: "Estamos hablando de lo que ha pasado, ¿me cuentas tu versión?".
Daniel: (con un hilillo de voz) "Que me ha bajado los pantalones, me he enfadado, me he vuelto y me ha dado un empujón y me he caído".
M.E.: "Luis dice que tú también se lo habías hecho antes".
Daniel pone cara de no recordar y Luis se apresura a comentarle que fueron tres veces, miro a Daniel y no replica. Seguramente está tan nervioso que se ha bloqueado, tengo que intervenir.
Luis: "Pero que somos amigos, que luego le iba a pedir perdón".
Le hago un gesto para que me deje hablar y vuelvo a preguntarle a Daniel si se cayó por el empujón o porque el suelo estaba mojado.
Daniel: "Si, estaba mojado y pisé una bolsa". Sigue llorando, más tranquilo pero aun está asustado.
M.E.: "¿Estás dispuesto a perdonarle?"
Daniel: "Si". No lo ha dudado.
Luis: "¿Lo ves?, no hacía falta que intervinieras".
M.E.: "Vale, no ha quedado en nada, pero comprende que todo lo que pasa en el instituto es parte del instituto, si le bajas los pantalones por la tarde en un bar yo no habría dicho nada, pero ha sido aquí".
Luis: "Pero es solo cosa mía".
M.E.: "Yo creo que no, ¿y tú Daniel?".
Daniel: "Es del insti".
Luis: "Que no, que solo es mía".
Paso un rato intentando hacerle comprender que es de todos y no lo consigo así que cambio de argumento.
M.E.: "Luis, bajar los pantalones ¿es una broma o una humillación?, y ya sé que lo hacéis de vez en cuando, pero es una broma humillante, ¿no?".
De mala gana asiente con la cabeza, miro a Daniel y afirma sin dudarlo.
M.E.: "Si os parece lo dejamos así, os disculpáis uno con el otro y os comprometéis a no volver a bajaros los pantalones en el isnti, ¿vale?".
Daniel se siente aliviado, se disculpa y compromete. Luis hace lo mismo pero un poco molesto, sigue sin entender que haya intervenido.

EL CONFLICTO - 5 La lucha de poder (globos)

Al hablar de conflicto con el alumnado les pongo un ejemplo:  Imaginad que llego a clase y le digo a mi amiga, "mira qué zapatillas más...