31 mayo 2017

"Me falta algo"

Esta mañana he tenido una clase un poco difícil, sé que es final de curso, sé que hace un calor insoportable en las aulas y mucho más en las pistas, pero eso nos pasa a todos, no solo a los alumnos, los profesores también somos personas humanas que nos cansamos, tenemos calor y estamos incómodos.
Como decía, esta mañana no había manera de conseguir que los alumnos me hicieran caso, les he pedido que jugaran mientras yo preparaba el material, un alumno que no puede correr por una lesión se ha acercado a preguntarme si necesitaba ayuda y entre los dos hemos organizado todo en un momento.
Pido al resto que hagan la movilización articular a la sombra y al poco me incorporo al grupo, les repito, ya lo dije el otro día, (soy muy pesada, lo sé, pero el sol hay que tomarlo con cuidado), que ahora empiezan las piscinas y que deben cuidar con el sol, que utilicen cremas de protección, que se pondrán morenitos y morenitas igual, pero con menos riesgo para su piel. Luego les pido que me sigan.
Llego al cuarto de material y no me ha seguido nadie, ..., me sorprendo, espero, ..., un minuto, dos, tres, cuatro y mi paciencia se acaba. Salgo, empiezo a recoger todo lo que había preparado y se acerca una alumna, Alba, una niña preciosa, alegre, tímida en ocasiones, con una expresión de osito de peluche simpático que me desarma cada vez que sonríe; me pregunta qué sucede, le digo que llevo cuatro minutos esperándoles y me he cansado. Con una mirada de pena y súplica me dice muy suavecito, "perdona, no nos hemos dado cuenta". Bastante sé yo que no se han dado cuenta, el calor altera mucho las hormonas y éstas el oído, pero de forma selectiva, solo dejan de escuchar lo que decimos los profesores. 
Me hago la dura, estoy dispuesta a que aprendan la lección; y sigo recogiendo todo y me coloco en la sombra. Me rodean y guardan silencio, no es la primera vez que estamos así. 
Les digo que pueden jugar a vacas o a lo que quieran, que yo estoy cansada de que no me hagan caso, que si quieren seguir como en el recreo que lo hagan. No tienen claro qué hacer, están parados.
En ese momento decido dar un paso más.
M.E.: "Alba, ¿con quién vas a ir de pareja?"
Alba: (sorprendida y con una sonrisa que vale su peso en oro, mira a sus amigas y me dice) con "Clara y Edurne".
M.E.: (pongo cara de sorpresa), "¡Pero eso es un trío!"
Se ríen, se miran, me miran. Empiezo a caminar hacia el cuarto de material mientras les comento "que hacen unas parejas un poco raras", ellas se ríen, cogen el material y empiezan a jugar.
Vuelvo a la sombra y los chicos me preguntan que por qué ellas juegan.
M.E.: "Porque Alba ha dicho algo especial".
Luis: "Por favor, podemos jugar"
M.E.: "Por favor era el otro día, ahora necesito algo más"
Álvaro: "Queremos hacer la clase, por favor".
M.E.: "Me falta algo".
Les dejo reflexionar, no lo han comprendido aun, hoy les cuesta, pero confío en ellos. Cambio de sitio, me siento a ver al trío reírse y jugar.
Junto a mí esta Marcos, me mira, sé que está pensando, (es un muchacho serio, educado, agradable, y suele pensar, piensa antes de hablar y antes de actuar, me encanta), y yo estoy segura de que dará con la clave. 
Marcos: "Te lo hemos pedido por favor"
M.E.: "Lo sé, pero me falta algo"
Le miro con intención, casi con intención telepática, quiero que dé con la clave.
Marcos: "¿Por qué ellas juegan?"
M.E.: "Porque Alba ha dicho algo, algo especial"
Marcos: "No te hemos hecho caso, pero el próximo día nos portaremos mejor"
Ha sido como música para mí; estaba tan segura de que él podría dar en el clavo que me alegro y confirmo su inteligencia emocional al mismo tiempo, ¡me encanta que lo haya conseguido tan pronto!.
M.E.: "¿Con quien vas de pareja?"
Cuando nos dirigimos al cuarto de material viene con nosotros un grupo de muchachas, le doy el material a Marcos y ellas me miran y me preguntan qué necesito.
M.E.: "Alba y Marcos han dicho algo especial"
Cómo no, Silvia me dice que se van a portar mejor la próxima clase, es una niña preciosa, alta, guapa, buena figura, lista, con unas pecas que le aportan mucho encanto y una sonrisa que derrite el hielo y cualquier enfado. No puedo negarle nada así que le doy el material, van llegando todos y ahora se soplan las palabras mágicas, "perdón" y "nos vamos a portar mejor". Les sonrío, les doy material y por dentro estoy segura de que el próximo día volveré a hacerme la enfadada porque no se van a enterar de mis indicaciones, pero al menos hoy han conseguido estar jugando durante 20 minutos.

25 marzo 2017

No tan víctimas

Otra evaluación, ¡qué cansancio se acumula!.
Sigo pensando que no es la forma adecuada de valorar lo que aprenden los alumnos, sobre todo, por ellos, se obsesionan con llevar a casa un "numerico" y no con aprender y aprovechar la oportunidad que tienen de desarrollar todas sus capacidades.
El otro día me pedían los alumnos las notas, bueno, o las medias, o "el numerico". Me hacen gracia porque no suelen pedirlo claramente, no me suelen pedir que les diga las notas, sus preguntas son siempre indirectas:

  •  "¿Ya tienes las medias?".
  •  "¿Tienes  las notas?"
  • -"¿Has sacado las medias?"

Como soy enredadora les digo que si, que ya las tengo y sigo pasando lista, en ese momento se ponen nerviosos y empiezan a reclamar que se las diga, pero ahora lo piden abiertamente, sonrío y les comento:
M.E.: "¡Sabéis si lo habéis hecho bien o no!
Ana: "Si, pero queremos saber la nota".
M.E.: "¿Tú qué crees?"
Ana: "No lo sé" (me contesta molesta, no le gusta mi pregunta)
M.E.: "A mí me preocupa que aprendáis, el numerico me da igual.
Unai: "Pero en casa me piden el número".
M.E.: "Pero el numerico refleja lo que has aprendido, ¿no?"
Barullo, todos hablan a la vez, además en el gimnasio que tiene una sonoridad horrible y retumba el ruido por todas partes.
Es difícil calmarlos y hacerles comprender que el número solo refleja su paso por el aula, su aprovechamiento de lo que explicamos los profesores, de lo que les pedimos que hagan, de lo que hacen ellos. 
M.E.: "Seguramente soy la profesora más exigente del centro a la hora de aprobar, y lo sé. Solo pongo un 5 si lo tienes o si llegas a 4,9. Y no pienso cambiar. (Me miran preocupados, ahora se replantean lo trabajado conmigo) Si vosotros no os esforzáis por llegar al 5, ¿por qué habría de hacerlo yo?".
Durante unos segundos nos miramos y no decimos nada; saben que tengo razón.

Con otro grupo igual, se quejaban de un profesor que no corregía bien, que suspendía a unos y aprobaba a otros teniendo las mismas calificaciones, que era muy injusto, que se pasaba el día diciéndoles que eran los peores... En fin, un mar de lamentaciones, parecían las víctimas de un naufragio, me limité a dejarles que sacaran la rabia, (así no se puede hablar ni razonar con ellos). Para relajar los ánimos les propuse jugar a balón prisionero y divertirnos un poco. Les di un balón blandito y les dije que empezaran a hacer grupos que yo iba en seguida. Me quedé un momento hablando con Estela que me preguntó cómo recuperar. Salgo al patio y veo a cuatro alumnos dándole patadas al balón, un grupo de cinco o seis hablando y el resto sentado en los bancos.
Me acerqué a ellos con cara de enfadada, cogí el balón les miré y dije:
M.E.: "Sabéis perfectamente que no se puede dar patadas a estos balones, que se rompen. Os pido un momento para hablar con una compañera, os digo que preparéis los grupos para jugar y ¿qué me encuentro?, que estáis haciendo lo que os da la gana y perjudicando el material. ¡Quizás, solo quizás, no sois tan víctimas!, ¡Quizás, solo quizás, también hacéis cosas mal y luego no sabéis asumir las consecuencias!".
No se atrevieron a rechistar nada, empezaron a hacer los grupos y todo funcionó muy bien, nos reímos y relajamos la tensión.

Me sentó fatal, quejarse y decir barbaridades saben, pero asumir su responsabilidad cuando han hecho las cosas tan mal les parece harina de otro costal. 
Creo que necesitan asumir más la responsabilidad de lo que hacen y de lo que dejan por hacer.

16 marzo 2017

¡Qué diferencia!

Estoy trabajando habilidades gimnásticas con los alumnos de 1º de ESO. Tengo una clase muy dispar, más de la mitad está compuesta por un grupo de chicos y chicas magníficos, participativos, alegres, con ganas de que les hagas una propuesta para seguirla, esos alumnos a los que califico como "un caramelico", para comérselos y disfrutar.

Pero por desgracia el resto de la clase son un grupo de alumnos, todos ellos chicos, sin ninguna gana de hacer nada con su vida y muchas ganas de fastidiar a quienes les rodean. Estoy segura de que detrás de esas actitudes de desprecio por todo y por todos hay una historia, unas vivencias poco agradables. Cuando una persona es feliz y vive en un entorno familiar, social, cultural, emocional,... agradable no se dedica a fastidiar al resto del mundo. Estas actitudes, en mi experiencia, responden a situaciones de frustración personal o a conductas aprendidas.
Sea cual sea el caso, la realidad es que en este grupo conviven dos realidades muy diferentes. En 1º de ESO los alumnos "normales" no tienen la fuerza ni la personalidad suficiente como para enfrentarse a los "molestos", sobretodo porque los segundos, los "molestos" son mayores en edad y tamaño.

El otro día se acercó a mi una niña de este grupo, Sara, (es una niña menudita, delgada, con una mirada que enamora porque busca la complicidad, desde una inocencia más propia de Primaria que de Secundaria) y me comentó que a una amiga suya que también viene a clase le insultan, la llaman gorda y cosas peores, que se lo dicen a diario. Es cierto que Ana es grande y con sobrepeso, pero no entiendo que se ceben con ella.
Recordé que uno de los días que hicimos saltos Ana me decía que le costaba mucho, pero me lo dice mientras me dedica la sonrisa más dulce que conozco, y solo pude animarla a que lo intentase; le aseguré que le haría adaptaciones y ella aceptó, saltó, se tropezó y alguien hizo un comentario, no entendí lo que decía, pero a Ana se le enrasaron los ojos y no quiso seguir haciendo la clase.
Le permití que se sentara un ratito, comprendo su dolor, su profundo dolor.
Me acerqué al grupo y les dije que estábamos ahí para aprender a mover nuestro cuerpo, para conocerlo y ganar confianza en nosotros mismos y que debíamos apoyarnos unos a otros en vez de hacer comentarios que causan dolor a otras personas, que nadie es más que nadie y que reírse de los compañeros para menospreciarlos y causarles daño, solo demuestra que quien lo hace no es buena persona. En ese momento un alumno, también con sobrepeso, hizo una mueca como pensando, "otra pesada con lo mismo" e intuí que había sido él quien hizo el comentario en ese momento y en otros muchos. Al final de la clase Sara me confirmó que era él quien más cosas le decía a Ana, no solo él, pero sobretodo él.

Tengo pendiente una intervención, pero la vida no me da para más y con el horario tan lleno, los huecos para los padres de mi tutoría y las actividades que estoy haciendo en FPB y en CCFF no tengo más horas. Pero la semana que viene quiero intentarlo, estoy maquinando unas dinámicas que nos ayudarán, o eso espero. Si no funcionan buscaré otras, no pienso rendirme.
Hoy no estaba el chico con sobrepeso que molesta a Ana, no estaban tres de los alumnos menos participativos y que más distorsionan el desarrollo de la clase. Hoy todos hemos disfrutado, hemos aprendido, practicado, compartido. Hoy Ana ha participado con otra alumna que también tiene sobrepeso, en todas las actividades; se han apoyado una a la otra, se han reído, han disfrutado de la clase y con la clase.
Ha habido un momento en el que me he parado a mirarlas antes de acercarme a echarles una mano, y me ha emocionado ver su complicidad, sus sonrisas, las bromas, la forma en que se movían, cómo hablaban. Casi me ha costado acercarme no quería romper ese tiempo feliz.

¡Qué suerte haber tenido este día!, ¡qué diferencia cuando todos nos apoyamos en vez de machacarnos!

02 marzo 2017

Si se enteran me pegan a mi

El otro día estaba en el recreo hablando con Pablo, un alumno de ciclos con el que mantengo una relación de amigos, es un muchacho encantador, educadísimo, simpático, guapo, su único problema es que no le gusta jugar al fútbol y cuando llegó a la zona, (vive en un pueblo cerca de Pedrola); no le resultó fácil hacer amigos y estuvimos muchas veces comentando lo difícil que resulta integrarte si eres un poco diferente.
Estando con él vi un movimiento raro de varios alumnos en una zona cercana; como allí suelen jugar chicos de 1º y 2º pensé que estarían haciendo el tonto y los miraban, pero mi intuición me dijo que me acercara. Dejé a Pablo, él comprendió que algo pasaba y me apoyó.
Al acercarme fui consciente de que el grupo de mirones había crecido, me hice hueco y vi a cuatro alumnos amedrentando a otro. Los cuatro alumnos son de etnia gitana, pero quiero dejar claro que eso es una casualidad, tenemos mediadores gitanos y chicos muy agresivos que no son gitanos. Grité rápidamente para que parasen, el muchacho, Jorge se acercó a mí y Noé uno de los amigos de Jonathan, el principal agresor, lo sujetó. 
Jorge es un chico de 1º de ESO al que no conozco casi porque no le doy clase, pero tenía una expresión de miedo en la cara que me impulsó a hablarle en un tono más suave, más tranquilizador.
Me alejé un poco de los agresores y del grupo y le pregunté si habían tenido algún problema o discusión esa mañana, me dijo que no.
M.E.: "¿Te ha pegado?"
Jorge: "Si, un puñetazo en la cara, pero no me ha dado fuerte".
Me sorprendió que minimizara el ataque. En ese momento apareció por mi derecha Jonathan con una tremenda expresión de rabia, intentando darle una patada a Jorge que, por fortuna, solo le rozó.
Cogí a Jorge del brazo y lo metí dentro del edificio para evitar más intentos de agresión y vi cómo Pablo sujetaba a Jonathan por el hombro impidiéndole que entrara tras nosotros, como es mayor le hizo caso y se dio media vuelta. ¡Cómo se lo agradecí!
Calmé un poco a Jorge y le pedí que se quedara junto a Jefatura de Estudios mientras yo intentaba aclarar los hechos.
Salí de nuevo y Diego, un niño de primero bajito, delgado, con aspecto frágil pero que tiene una de las sonrisas más dulces y bonitas que he visto en mi vida se acercó a mí y me dijo que él sabía lo sucedido.
Me paré en seco porque estaba completamente segura de que me diría la verdad y le escuché mientras me regalaba sus ojos azules y su sonrisa.
Diego: "Es que esta mañana ya han tenido un lío, porque Jonathan creía que le había escrito en su mesa y se ha enfadado mucho".
M.E.: "¿Pero eso es verdad?".
Diego: "No, que no es verdad. Es que le parece que sí, pero no es verdad, además dice que ponía me cago en tus muertos (lo dice y encoge los hombros y pone cara de niño bueno, consciente de que es una frase dura, como si quisiera dulcificarla), pero no es verdad, era una cosa en inglés".
Le agradezco su información y vuelvo con Jorge que ahora está hablando con el director. Intercambiamos información y voy a clase.
Al día siguiente hablé con todos los alumnos con los que tengo clase para pedirles que cuando suceda algo así busquen a un profesor, la sala de profesores está al lado y podían haber pasado para informar. Les dije expresamente que meterse en la pelea es un lío, pero que debían haber pedido ayuda.
Para mi sorpresa todos los alumnos de 1º y 2º dijeron que si se enteraban los agresores luego les pegarían a ellos.
Soy madre y me preocuparía que a mi hijo le atacaran por defender a otro, pero pienso que si yo fuera la madre del niño agredido hubiera agradecido que alguien le ayudase. 
A mis hijos les eduqué para que lucharan contra la injusticia y creo que no hubieran admitido una situación como ésta, aun a riesgo de que les buscaran después a ellos por "chivatos", creo que no hubieran dejado solo a Jorge ante cuatro agresores.

22 febrero 2017

Para San Valentín

Martes 14, es un día tranquilo, afortunadamente tengo un hueco en el horario y puedo organizar papeles, encargar fotocopias, preparar exámenes o corregirlos, hablar un rato con los compañeros,... Agradezco mucho los huecos, para mí son importantes y como tengo muy pocos este curso, aun los disfruto más.
Termina la segunda hora y empieza el recreo, estoy en la sala de profesores haciendo no recuerdo qué y aparece una alumna en la puerta preguntando por mí; ya no le doy clase, pero con un gesto de su mano me invita a salir. Está colocada en el lado derecho de la puerta y cuando llego a ella sonríe de forma pícara y señala el otro lado con la cabeza, me giro y la veo, Ella estaba allí, nos fundimos en un abrazo magnífico, largo, cálido.
Ella es una niña preciosa, bueno, ya casi una mujer. He escrito muchas anécdotas suyas, mías con ella, es genial. Hace un par de años que dejó el instituto pero seguimos en contacto, hablamos por wasap, nos vemos alguna vez cuando ella viene a Zaragoza, nunca hemos perdido el contacto ni lo vamos a perder, hay relaciones que ya no se terminan.
Nos saludamos, nos alegramos de vernos y de poder hablar un poco, hay mucho jaleo en la puerta de la sala de profesores porque al lado están los baños de los alumnos, la puerta de salida al patio, mucho jaleo y mucho ruido. Paro un momento y recuerdo las salitas para recibir a los padres así que les pido con cara de complicidad que me acompañen y entramos en una que está libre.
Nos reímos porque ellas nunca habían estado allí, hacemos alguna broma con la elección del lugar en el que nos vamos a sentar y por fin nos acomodamos.
Antes de poder preguntarle como está me entrega una gran bolsa de papel, sorprendida la abro y encuentro una rosa roja, una pinza con mariposa que he utilizado para poner una foto que tengo con mi hijo pequeño, un reloj precioso (que ahora utilizo en las clases, con una correa de cuadros rosas y rojos que me obliga a combinar con las sudaderas; bueno, no me obliga, pero queda más mono si lo combino un poco) y un vaso chulísimo que he colocado junto a esta mesa del ordenador donde trabajo en mi casa.
Hablamos un ratillo, se está examinado del carné de conducir, ese día tenía el teórico y tras pedir permiso en el trabajo le avisaron tarde de que lo cambiaban a otro día, y en vez de irse a dar un paseo o de rebajas para ella, viene y me trae un montón de regalos. 
¿Como se le da las gracias a alguien que te regala su cariño?, me sentí halagada y feliz, pero al mismo tiempo impotente para expresar toda la alegría y el cariño que sentía por ella.
Seguimos hablando y riendo hasta que terminó el recreo y tuve que ir a dar clase. Para despedirme le di otro interminable abrazo y un beso grandísimo a la compañera que la trajo hasta mí y me dio la gran sorpresa, se van sonriendo y hablando de sus cosas; yo intenté centrarme en la siguiente clase.
Llegué al gimnasio con la bolsa y entré en nuestro cuartito y le enseñé a Pilar todos los regalos, le encantaron y, sonriendo, me dijo que me los merecía, yo también sonreí mirándola. Pilar es otro regalo que me ha hecho la vida, supongo que también me la merezco y, desde luego, no la cambio por nadie.
Me pasé la mañana flotando, no puedo evitar emocionarme cuando tengo la visita de algún exalumno que viene a saludarnos. La mayoría lo hacen con un punto de nostalgia, ahora, con el paso de los años, se dan cuenta de lo bien que estaban en el insti, de lo bien que lo pasaron, de los pocos problemas de esa época, las risas, las bromas, aquél profesor que gritaba mucho o aquella que les decía cosas raras, o esa otra a la que le tomaban un poco el pelo y le mareaban con los exámenes y los retrasaban hasta el límite de las fechas, aquella excursión en la que se perdió alguien, mil anécdotas que recuerdan con cariño y un toque de morriña.
Esta vez soy yo la que tiene nostalgia de los abrazos que le daba a mi niña cuando la encontraba por los pasillos, de aquellas horas paseando y hablando, de las veces que le renegaba por no hacerme caso y ella me pedía perdón, de las veces en que era yo quien se disculpaba por no haber podido estar más tiempo con ella. Pero lo doy todo por bien empleado al verla ahora con sus estudios terminados, un trabajo con buenas perspectivas de futuro, su novio que la adora y toda una vida feliz por delante. Creo que ha sido un San Valentín perfecto para mi.

15 febrero 2017

Me han dicho que dijo

Estamos Pilar y yo en el gimnasio y aparece una alumna de primero, yo no la conocía. Apareció con su melena rizada y se dirigió a Pilar para decirle que no quería acudir a la mediación.
La observé un momento, era menuda, estaba tensa y al mismo tiempo parecía muy vulnerable, su mirada suplicaba que le hiciéramos caso. Pilar intentaba convencerla de que participara en la mediación con poco éxito.
La pequeña hablaba de forma monótona, como conteniendo algo; no pude más, intervine y le pregunté por qué no quería acudir.
Aynhoa: No quiero verlos
M.E.: "¿Por qué?".
Aynhoa: "Porque han dicho muchas cosas y no son verdad".
M.E.: "Y ¿no quieres decírselo a ellos?".
Aynhoa: "No".
Tuve la intuición de que faltaba algo, su rigidez, su tono de voz, entonces le pregunté por sus emociones
M.E.: "Y ¿Cómo te has sentido?".
Aynhoa: "Mal".
M.E.: "Bien y mal no existen, ¿te has enfadado?".
Aynhoa: "Sí, mucho".
M.E.: "¿Cuánto?".
Aynhoa: "Mucho, mucho, no es verdad, yo no he dicho eso".
En ese momento sintió como un escalofrío que recorrió todo su cuerpecillo y se echó a llorar desesperada, descorazonada, vulnerable, impotente. La abracé y añadió: "y tengo mucho miedo".
Esa era la palabra que no se atrevía a pronunciar, "miedo". Al decirla liberó toda su tensión y pudo empezar a relajarse.
M.E.: "Es normal, cielo, cómo no vas a tenerlo, ellos son dos y van diciendo cosas de ti. Es normal, llora, desahógate, saca fuera todo el miedo y toda la rabia". 
Seguía abrazándola y acariciándola mientras sus lágrimas me mojaban la sudadera y no dejaba de temblar. Se fue calmando, la separé de mí y mirándola a los ojos le dije que no era necesario que viniera a la mediación, que yo iría por ella.
Le regalé dos pañuelos de papel, uno para ese momento y otro por si luego lo necesitaba.
Pedí a Pilar que me dejara acudir a la mediación y accedió encantada.
Subimos las escaleras rápido y nos esperaban los dos chicos "del lío" y dos mediadores.
Empezamos preguntando su versión, alegaron que les han dicho que ella (Aynhoa) dice que es novia de uno de ellos; el otro, Luis, se limita a ser un buen amigo y defenderlo de esa habladuría.
Pilar: "Y vosotros también le habéis dicho cosas a ella".
Luis: "No, bueno, algo si".
Pilar: "El otro día reconociste que le habías insultado en el autobús".
Luis: "¿Yo?, bueno si, no me acuerdo bien"
Mientras observo a Ángel, cómodo, relajado, como si no fuera con él la mediación.
M.E.: "¿Has escuchado a Aynhoa decir eso?"
Como duda en contestar le hago otra pregunta, si tardan en porque dudan.
M.E.: "¿Crees que así se va a resolver algo?, con esta actitud solo dais continuidad al problema, tú le insultas, ella te insulta, entramos en un círculo".
Mario, uno de los mediadores asiente con la cabeza y al ver que le miro le dice al muchacho que es así, que solo entras en una rueda y no sales nunca. Me encantó su aportación, Mario era muy tímido cuando le conocí en 2º de ESO, ahora es un muchacho alto, dulce, serio, muy guapo, ahora es mucho más de lo que yo imaginaba que sería, y me encanta disfrutar de su compañía.
M.E.: "La mediación es para romper eso, ¿quieres resolverlo o seguir insultando a Aynhoa?".
La mediación prosperó y ahora se ha relajado la tensión, pero no puedo evitar pensar en la gran cantidad de veces que tenemos una mediación por que alguien ha dicho que otro dice, estoy cansada de que den más valor al rumor que a la realidad. Yo siempre les pregunto, ¿pero tú le has escuchado decir eso?, si dudan está claro que no, pero da igual, se monta el lío.

02 febrero 2017

Guardia de recreo

Ayer tuve guardia de recreo, toca patio, no es lo más deseable en este momento, frío, cierzo, agua, en fin, lo peorcico; bueno, en junio hace un calor sofocante y tampoco me gusta, pero es lo que toca y se hace.

Estuve paseando por aquí y por allá, buscando dónde fuman ahora los chicos, porque no lo tengo muy claro, al principio de la prohibición fumaban en una zona donde se unen las casas y el jardín, junto a las pistas de baloncesto; luego era en la fuente detrás de la cafetería, pero ahora solo lo hacen entre horas, durante el recreo puede que alguno caiga, pero no es lo de antes; no hay vigilantes que avisen a los fumadores cuando llega el profesor o profesora de guardia, a mí me gustaba porque les bromeaba y les gritaba: "avísadles que voy", era una broma y me seguían el juego. En cambio ahora no hay casi nada, quiero decir que casi no hay colillas en el suelo.

Y así paseando te fijas en que Alberto y Ana ya no están abrazados en esa ventana como antes, que ahora Laura y Ricardo se han aislado del resto de su grupo y se regalan besicos y arrumacos. Ves a los niños de primero de ESO dándose empujones junto a la puerta de la cafetería, otro grupo han creado una pelota de papel para jugar junto al gimnasio. Me da pena ver las pistas vacías en los recreos, los chicos de primero y segundo deberían estar ahí; pero no lo hacen. 

Siempre he creído que traerlos al instituto les ha perjudicado, como los mayores no se mueven, ellos, aunque lo necesitan, no lo hacen tampoco; tienen miedo a que se les rían, a que les roben las pelotas (porque los mayores no juegan, pero si hay una pelota allí que van a fastidiar y a molestar), a no poder disfrutar; es una lástima.

Y de pronto me encuentro a Maya cogida del brazo de Izarbe y hablando llenas de complicidad y risas, para mí fue sorprendente, muy gratamente sorprendente. Estas chicas eran como uña y carne, superamigas, cómplices, compañeras, confidentes, y en un momento dado, empezaron a tener inquietudes diferentes y sus caminos se separaron un poco, de una forma sorda, sin que hubiera por medio chicos ni enfrentamientos; solo la evolución propia de la adolescencia que a unas personas las lleva en una dirección y a otras en otra. Pero recuerdo la forma en que lo vivió Izarbe, le llenó de tristeza, vivió la pérdida de su preciosa y preciada amiga con un dolor increíble. 

El no comprender qué había sucedido hizo que llegara a generarse una gran tensión entre ellas que afectó al grupo de clase, (normal en la adolescencia, todo es muy intenso); tanto es así que realicé una pseudomediación con ellas que sacó a la luz sus sentimientos, sus emociones y la falta de comunicación que había quedado en ese proceso. Recuerdo que todo se aclaró, se relajó la tensión entre las dos y pudieron volver a relacionarse con normalidad, aunque cada una seguía con otros grupos. Y, de pronto, las vuelvo a ver unidas y felices, ¡cuánto me ha gustado esa imagen!.

Esta mañana he hablado con una de ellas y le he comentado que me gustó verlas juntas, me ha dedicado su preciosa sonrisa y me ha dicho,
Maya: "si, ahora estamos muy bien, pero han pasado muchas cosas"
M.E.: (sorprendida) "¿pero habéis hablado?" 
Maya: "si, y mucho"
M.E.: "hablando se arreglan muchas cosas"
Maya ha vuelto a regalarme su mejor sonrisa y con un brillo de ilusión en los ojos ha confirmado con la cabeza y se ha ido.

¡Qué bueno poder vivir y disfrutar pequeñas cosas como ésta!

25 enero 2017

Todo es relativo

Aquí estoy de nuevo, tras un largo parón,..., bueno, creo que no es una definición adecuada, es cierto que me he reincorporado tras casi un año, pero la vuelta ha sido increíble, los alumnos me saludan, se interesan por mí; lo agradezco mucho, no recuerdan lo que expliqué ayer y me recuerdan tras casi un año, ¡me encanta!.

No ha cambiado el instituto, sigue igual, pero los chicos sí, unos están altísimos, otros muy guapos, las niñas empiezan a ser adolescentes preciosas, alguna sigue igual de divertida, otras mucho más. Esa pequeña tímida que tenía tanto miedo a los demás, a la vida, a ella misma, ahora es una muchacha preciosa que sonríe y participa sin miedo en los debates.

Llevo solo 15 días, pero tengo la sensación de que nunca me fui. Cuando estaba de baja por la enfermedad el tiempo pasaba despacio, muy despacio, supongo que influía el hecho de que yo me encontraba regular o mal; me faltaba tanta energía que ni yo misma me reconocía. Ahora es diferente, aun no he recuperado del todo mi "normalidad", pero estoy en ello y creo que volver a dar clases contribuye mucho a la recuperación; al menos a la psicológica, tengo la mente ocupada en mil cosas, (las clases, la tutoría, el problema de Pablo, la discusión de Iris con su madre, las actividades extraescolares que coordino, el seminario de convivencia,...); la otra, la física, va un poco más despacio, pero conseguiré tener el nivel de forma que tenía antes de la enfermedad, estoy segura.

Me ha encantado volver a la tutoría y que los alumnos hagan bromas, cuenten sus cosas. El otro día empezaron a reírse y a comentar frases para la sintaxis, las decían, se reían, ponían cara de pillos; no entendí nada y les pregunté qué había pasado, cuando me lo comentaron no pude evitar partirme de risa, la anécdota era divertida; pero lo realmente genial era la actitud de los chicos y chicas, sus risas, sus caras de pillos, sus miradas cómplices. Hubo un momento en el que comprendí cuánto lo había echado de menos, cuánto me faltaban sus comentarios, sus ocurrencias, sus miradas, su capacidad para llegar a clase 5 minutos tarde y para estar listos para salir 5 minutos antes,...

Estoy feliz, completamente feliz de volver a estar en clase con mis chicos, de recuperar sus confidencias, sus problemas, sus alegrías y tristezas, sus líos aunque yo me vea implicada y tenga que pensar en cómo resolverlos, o cómo disolverlos, o cómo rebajarlos, o qué sé yo, hacer algo con ellos.

Ahora no me parece que haya pasado tanto tiempo y estoy encantada de haber vuelto.

EL CONFLICTO - 5 La lucha de poder (globos)

Al hablar de conflicto con el alumnado les pongo un ejemplo:  Imaginad que llego a clase y le digo a mi amiga, "mira qué zapatillas más...