25 marzo 2017

No tan víctimas

Otra evaluación, ¡qué cansancio se acumula!.
Sigo pensando que no es la forma adecuada de valorar lo que aprenden los alumnos, sobre todo, por ellos, se obsesionan con llevar a casa un "numerico" y no con aprender y aprovechar la oportunidad que tienen de desarrollar todas sus capacidades.
El otro día me pedían los alumnos las notas, bueno, o las medias, o "el numerico". Me hacen gracia porque no suelen pedirlo claramente, no me suelen pedir que les diga las notas, sus preguntas son siempre indirectas:

  •  "¿Ya tienes las medias?".
  •  "¿Tienes  las notas?"
  • -"¿Has sacado las medias?"

Como soy enredadora les digo que si, que ya las tengo y sigo pasando lista, en ese momento se ponen nerviosos y empiezan a reclamar que se las diga, pero ahora lo piden abiertamente, sonrío y les comento:
M.E.: "¡Sabéis si lo habéis hecho bien o no!
Ana: "Si, pero queremos saber la nota".
M.E.: "¿Tú qué crees?"
Ana: "No lo sé" (me contesta molesta, no le gusta mi pregunta)
M.E.: "A mí me preocupa que aprendáis, el numerico me da igual.
Unai: "Pero en casa me piden el número".
M.E.: "Pero el numerico refleja lo que has aprendido, ¿no?"
Barullo, todos hablan a la vez, además en el gimnasio que tiene una sonoridad horrible y retumba el ruido por todas partes.
Es difícil calmarlos y hacerles comprender que el número solo refleja su paso por el aula, su aprovechamiento de lo que explicamos los profesores, de lo que les pedimos que hagan, de lo que hacen ellos. 
M.E.: "Seguramente soy la profesora más exigente del centro a la hora de aprobar, y lo sé. Solo pongo un 5 si lo tienes o si llegas a 4,9. Y no pienso cambiar. (Me miran preocupados, ahora se replantean lo trabajado conmigo) Si vosotros no os esforzáis por llegar al 5, ¿por qué habría de hacerlo yo?".
Durante unos segundos nos miramos y no decimos nada; saben que tengo razón.

Con otro grupo igual, se quejaban de un profesor que no corregía bien, que suspendía a unos y aprobaba a otros teniendo las mismas calificaciones, que era muy injusto, que se pasaba el día diciéndoles que eran los peores... En fin, un mar de lamentaciones, parecían las víctimas de un naufragio, me limité a dejarles que sacaran la rabia, (así no se puede hablar ni razonar con ellos). Para relajar los ánimos les propuse jugar a balón prisionero y divertirnos un poco. Les di un balón blandito y les dije que empezaran a hacer grupos que yo iba en seguida. Me quedé un momento hablando con Estela que me preguntó cómo recuperar. Salgo al patio y veo a cuatro alumnos dándole patadas al balón, un grupo de cinco o seis hablando y el resto sentado en los bancos.
Me acerqué a ellos con cara de enfadada, cogí el balón les miré y dije:
M.E.: "Sabéis perfectamente que no se puede dar patadas a estos balones, que se rompen. Os pido un momento para hablar con una compañera, os digo que preparéis los grupos para jugar y ¿qué me encuentro?, que estáis haciendo lo que os da la gana y perjudicando el material. ¡Quizás, solo quizás, no sois tan víctimas!, ¡Quizás, solo quizás, también hacéis cosas mal y luego no sabéis asumir las consecuencias!".
No se atrevieron a rechistar nada, empezaron a hacer los grupos y todo funcionó muy bien, nos reímos y relajamos la tensión.

Me sentó fatal, quejarse y decir barbaridades saben, pero asumir su responsabilidad cuando han hecho las cosas tan mal les parece harina de otro costal. 
Creo que necesitan asumir más la responsabilidad de lo que hacen y de lo que dejan por hacer.

16 marzo 2017

¡Qué diferencia!

Estoy trabajando habilidades gimnásticas con los alumnos de 1º de ESO. Tengo una clase muy dispar, más de la mitad está compuesta por un grupo de chicos y chicas magníficos, participativos, alegres, con ganas de que les hagas una propuesta para seguirla, esos alumnos a los que califico como "un caramelico", para comérselos y disfrutar.

Pero por desgracia el resto de la clase son un grupo de alumnos, todos ellos chicos, sin ninguna gana de hacer nada con su vida y muchas ganas de fastidiar a quienes les rodean. Estoy segura de que detrás de esas actitudes de desprecio por todo y por todos hay una historia, unas vivencias poco agradables. Cuando una persona es feliz y vive en un entorno familiar, social, cultural, emocional,... agradable no se dedica a fastidiar al resto del mundo. Estas actitudes, en mi experiencia, responden a situaciones de frustración personal o a conductas aprendidas.
Sea cual sea el caso, la realidad es que en este grupo conviven dos realidades muy diferentes. En 1º de ESO los alumnos "normales" no tienen la fuerza ni la personalidad suficiente como para enfrentarse a los "molestos", sobretodo porque los segundos, los "molestos" son mayores en edad y tamaño.

El otro día se acercó a mi una niña de este grupo, Sara, (es una niña menudita, delgada, con una mirada que enamora porque busca la complicidad, desde una inocencia más propia de Primaria que de Secundaria) y me comentó que a una amiga suya que también viene a clase le insultan, la llaman gorda y cosas peores, que se lo dicen a diario. Es cierto que Ana es grande y con sobrepeso, pero no entiendo que se ceben con ella.
Recordé que uno de los días que hicimos saltos Ana me decía que le costaba mucho, pero me lo dice mientras me dedica la sonrisa más dulce que conozco, y solo pude animarla a que lo intentase; le aseguré que le haría adaptaciones y ella aceptó, saltó, se tropezó y alguien hizo un comentario, no entendí lo que decía, pero a Ana se le enrasaron los ojos y no quiso seguir haciendo la clase.
Le permití que se sentara un ratito, comprendo su dolor, su profundo dolor.
Me acerqué al grupo y les dije que estábamos ahí para aprender a mover nuestro cuerpo, para conocerlo y ganar confianza en nosotros mismos y que debíamos apoyarnos unos a otros en vez de hacer comentarios que causan dolor a otras personas, que nadie es más que nadie y que reírse de los compañeros para menospreciarlos y causarles daño, solo demuestra que quien lo hace no es buena persona. En ese momento un alumno, también con sobrepeso, hizo una mueca como pensando, "otra pesada con lo mismo" e intuí que había sido él quien hizo el comentario en ese momento y en otros muchos. Al final de la clase Sara me confirmó que era él quien más cosas le decía a Ana, no solo él, pero sobretodo él.

Tengo pendiente una intervención, pero la vida no me da para más y con el horario tan lleno, los huecos para los padres de mi tutoría y las actividades que estoy haciendo en FPB y en CCFF no tengo más horas. Pero la semana que viene quiero intentarlo, estoy maquinando unas dinámicas que nos ayudarán, o eso espero. Si no funcionan buscaré otras, no pienso rendirme.
Hoy no estaba el chico con sobrepeso que molesta a Ana, no estaban tres de los alumnos menos participativos y que más distorsionan el desarrollo de la clase. Hoy todos hemos disfrutado, hemos aprendido, practicado, compartido. Hoy Ana ha participado con otra alumna que también tiene sobrepeso, en todas las actividades; se han apoyado una a la otra, se han reído, han disfrutado de la clase y con la clase.
Ha habido un momento en el que me he parado a mirarlas antes de acercarme a echarles una mano, y me ha emocionado ver su complicidad, sus sonrisas, las bromas, la forma en que se movían, cómo hablaban. Casi me ha costado acercarme no quería romper ese tiempo feliz.

¡Qué suerte haber tenido este día!, ¡qué diferencia cuando todos nos apoyamos en vez de machacarnos!

02 marzo 2017

Si se enteran me pegan a mi

El otro día estaba en el recreo hablando con Pablo, un alumno de ciclos con el que mantengo una relación de amigos, es un muchacho encantador, educadísimo, simpático, guapo, su único problema es que no le gusta jugar al fútbol y cuando llegó a la zona, (vive en un pueblo cerca de Pedrola); no le resultó fácil hacer amigos y estuvimos muchas veces comentando lo difícil que resulta integrarte si eres un poco diferente.
Estando con él vi un movimiento raro de varios alumnos en una zona cercana; como allí suelen jugar chicos de 1º y 2º pensé que estarían haciendo el tonto y los miraban, pero mi intuición me dijo que me acercara. Dejé a Pablo, él comprendió que algo pasaba y me apoyó.
Al acercarme fui consciente de que el grupo de mirones había crecido, me hice hueco y vi a cuatro alumnos amedrentando a otro. Los cuatro alumnos son de etnia gitana, pero quiero dejar claro que eso es una casualidad, tenemos mediadores gitanos y chicos muy agresivos que no son gitanos. Grité rápidamente para que parasen, el muchacho, Jorge se acercó a mí y Noé uno de los amigos de Jonathan, el principal agresor, lo sujetó. 
Jorge es un chico de 1º de ESO al que no conozco casi porque no le doy clase, pero tenía una expresión de miedo en la cara que me impulsó a hablarle en un tono más suave, más tranquilizador.
Me alejé un poco de los agresores y del grupo y le pregunté si habían tenido algún problema o discusión esa mañana, me dijo que no.
M.E.: "¿Te ha pegado?"
Jorge: "Si, un puñetazo en la cara, pero no me ha dado fuerte".
Me sorprendió que minimizara el ataque. En ese momento apareció por mi derecha Jonathan con una tremenda expresión de rabia, intentando darle una patada a Jorge que, por fortuna, solo le rozó.
Cogí a Jorge del brazo y lo metí dentro del edificio para evitar más intentos de agresión y vi cómo Pablo sujetaba a Jonathan por el hombro impidiéndole que entrara tras nosotros, como es mayor le hizo caso y se dio media vuelta. ¡Cómo se lo agradecí!
Calmé un poco a Jorge y le pedí que se quedara junto a Jefatura de Estudios mientras yo intentaba aclarar los hechos.
Salí de nuevo y Diego, un niño de primero bajito, delgado, con aspecto frágil pero que tiene una de las sonrisas más dulces y bonitas que he visto en mi vida se acercó a mí y me dijo que él sabía lo sucedido.
Me paré en seco porque estaba completamente segura de que me diría la verdad y le escuché mientras me regalaba sus ojos azules y su sonrisa.
Diego: "Es que esta mañana ya han tenido un lío, porque Jonathan creía que le había escrito en su mesa y se ha enfadado mucho".
M.E.: "¿Pero eso es verdad?".
Diego: "No, que no es verdad. Es que le parece que sí, pero no es verdad, además dice que ponía me cago en tus muertos (lo dice y encoge los hombros y pone cara de niño bueno, consciente de que es una frase dura, como si quisiera dulcificarla), pero no es verdad, era una cosa en inglés".
Le agradezco su información y vuelvo con Jorge que ahora está hablando con el director. Intercambiamos información y voy a clase.
Al día siguiente hablé con todos los alumnos con los que tengo clase para pedirles que cuando suceda algo así busquen a un profesor, la sala de profesores está al lado y podían haber pasado para informar. Les dije expresamente que meterse en la pelea es un lío, pero que debían haber pedido ayuda.
Para mi sorpresa todos los alumnos de 1º y 2º dijeron que si se enteraban los agresores luego les pegarían a ellos.
Soy madre y me preocuparía que a mi hijo le atacaran por defender a otro, pero pienso que si yo fuera la madre del niño agredido hubiera agradecido que alguien le ayudase. 
A mis hijos les eduqué para que lucharan contra la injusticia y creo que no hubieran admitido una situación como ésta, aun a riesgo de que les buscaran después a ellos por "chivatos", creo que no hubieran dejado solo a Jorge ante cuatro agresores.

EL CONFLICTO - 5 La lucha de poder (globos)

Al hablar de conflicto con el alumnado les pongo un ejemplo:  Imaginad que llego a clase y le digo a mi amiga, "mira qué zapatillas más...