03 junio 2013

Nunca me lo había dicho

Estoy en clase con 2º de ESO, hacemos malabares en el patio, por fin un día bueno.
Al terminar la clase se acerca a mi lado Anna, una niña rubia, con la melena muy larga, ojos azules, dulce, preciosa como las princesas de los cuentos y me dice:
Anna: "El sábado me castigaron sin salir"
Vive con sus padres y la hermana pequeña, inmigraron hace tres años. Sus padres no se acostumbran a la libertad de que disfrutan los jóvenes en esta zona, (en los pueblos de la Ribera Alta), a mi también me parece excesiva, pero no es bueno que una adolescente se sienta marginada porque acaba protestando de formas inadecuadas.
Anna llegó a irse a casa de una amiga y pasar allí un par de días. Sus padres la han castigado, le han hablado, le han gritado, todos se han gritado, ..., pero se quieren, todo el problema es de comunicación. Es difícil combinar a una adolescente sedienta de libertad y de amigos con unos padres tradicionales a los que no les gusta tanto alcohol y unos horarios muy largos, para unos años muy cortos.
Hemos hablado muchas veces.
M.E.: "Comprendo que  te guste salir, estar con los amigos, pero no es necesario que vuelvas a casa a las 5, a mí también me parece un horario excesivo para tu edad".
Anna: "Da igual a la hora que vuelva, siempre me gritan, mi madre se enfada por todo, solo quiere a mi hermana".
M.E.: "¿Qué años tiene?".
Anna: "¿ Mi hermana?".
M.E.: "Si".
Anna: "8, a ella le dice bonita, la abraza, le da besos, a mí no me ha hecho eso nunca" - esos celillos.
M.E.: "¿Crees que será igual cuando tenga 14?".
Me mira con cierta picardía, sonríe, baja la cabeza, como si le diera vergüenza; en ese momento le doy un codazo suave y se ríe abiertamente mientras sacude la cabeza y su melena rubia baila. Nos reímos juntas, se relaja un poco la tensión y seguimos hablando.
M.E.: "Con tu madre es difícil, lo sé, pero también es normal porque ella está todo el tiempo en casa y tu padre solo cuando viene de viaje, eso lo entiendes, ¿no?".
Anna: "Pero con mi padre es diferente, el solo me grita cuando se lo pide mi madre".
M.E.: "¿Estás segura?, has hecho cosas que merecían un castigo".
Anna: "Si, pero yo quiero hablar y con mi madre no se puede".
M.E.: "¿Quieres que la llame y hable con ella?".
Anna me mira sorprendida, tanto que solo puede asentir con la cabeza. Le sonrío y añado que ella también tendrá que ceder y comprometerse.
Antes de que venga su madre volvemos a hablar varias veces, entonces me cuenta que le gusta un chico, que la relación a veces si, a veces no, que ella está muy pillada, pero que él juega. Creo que tiene demasiados pajaritos en la cabeza y así no se centra en los estudios, ni en tener una buena relación con la familia.

Contacto con su madre, Liliana, y le pido que venga a hablar, accede un poco agobiada porque no domina demasiado el idioma.
Hablamos, veo su preocupación por lo que ella considera unos horarios inadecuados, veo su impotencia, su soledad, su desconcierto en este país con extrañas costumbres. Intento tranquilizarla y al rato llamo a Anna, las tres juntas elaboramos un horario de salidas, todas aceptan con la condición de que cuando no lo cumpla, no sale el día siguiente. Sé que a veces lo cumple, a veces no; pero la relación se ha relajado, no ha vuelto a escaparse, no discute tanto, colabora en casa, estudia algo más. Poco a poco va mejorando todo.
Ahora se acerca a mí y me dice que la castigaron, la miro sorprendida y añade:
Anna: "Mi padre me llamó por teléfono y me preguntó si había salido el sábado, le dije que no y me dijo te quiero, (se crea un silencio mágico, nos miramos), no me lo había dicho nunca". Su cara se ilumina mientras termina la frase.
M.E.: "Ves como todo cambia si tu cambias".
Nos miramos sonriendo, sabemos que es así.

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