07 noviembre 2012

El espíritu de la rabia

Me comenta Jefatura de Estudios que hay dos alumnos de 1º de ESO que se han peleado y me sugieren que les proponga una mediación. Pregunto quienes son: "Sata (no soy capaz de escribirlo en su idioma original) y Cosmin", acepto.
El primero es un muchacho que a pesar de haber nacido y crecido en España no puede ocultar su raza ni el origen norteafricano de su familia. Repite primero, en el curso pasado ya nos conocimos en la misma situación; tenía problemas con una compañera a la que se dedicaba a molestar con todo tipo de comentarios entre clases y durante las mismas, lo que nos llevó a mediar y mejorar la situación. Llegó a tal punto la mejora que a final de curso se pedían los apuntes el uno a la otra y viceversa. En dos ocasiones más estuvimos hablando de su forma de relacionarse. Una de ellas en una expulsión interna, mientras le ayudaba con los ejercicios de matemáticas conversábamos. Me gustó que empezara a mirarme a la cara mientras contestaba a mis preguntas o me manifestaba su desacuerdo con mis opiniones.
El otro alumno es inmigrante, también repite primero, por eso nunca le di clase y solo lo conozco por referencias. Es un muchacho muy retraído cuando habla con adultos y algo agresivo con sus compañeros.
Convoco a Sata, es puntual, nos miramos y sonreímos, no es la primera vez que nos vemos en el Aula de Convivencia y ya sabemos como manejar la situación. Le pregunto qué pasó y me dice que:
S.: "Cosmin me insultó, me dijo de todo en clase de francés y yo me enfadé y le pegué"
M.E.: "¿Estabais en clase?"
S.: "Si".
M.E.: "¿Con la profesora dentro?"
S.: "Si, pero no se enteró de nada - me lo dijo con dolor, se notaba en su tono de voz, además me miraba a los ojos mientras lo decía - y Cosmin me llamó moro de mierda y luego se cagó en mi madre".
M.E.: "Eso es lo último, seguro que te dolió mucho, comprendo que te enfadaras tanto".
Necesitaba empatizar con él, que se sintiera comprendido, iba a preguntarle muchos detalles y necesitaba que me viera cercana para que no se cortara.
M.E.: "Quiero que me cuentes algunos detalles para que yo lo pueda comprender bien, quisiera que fueras muy sincero, ¿vale?" - Asiente con la cabeza y continúo - "¿Hubo algún problema para que te empezara a insultar?"
S.: "No".
M.E.:"Vale, empezó porque sí y fue aumentando los insultos para provocarte"
S.: "Si, primero me tiró papeles, luego, como no le hacía caso empezó a insultarme".
M.E.: "¿Estáis sentados cerca?".
S.: "No, hay una mesa entre medio, la de Vanessa".
M.E.: "¿Se acercó a ti para insultarte?".
S.: "No, fui yo a su mesa".
M.E.: "Pero, ¿tu también le insultarías?" - me mira sin reaccionar y yo insisto - Normalmente no te pegas de entrada, primero insultas y luego pegas, ¿no?, ¿le insultaste?".
S.: "No lo recuerdo, en ese momento estaba tan enfadado que no recuerdo nada, pregúntale a Cosmin, lo que él te diga es verdad".
Me lo dice con dulzura, dándose cuenta de lo "poseído que estaba por el espíritu de la rabia", tanto que no recordaba una parte de lo sucedido. Pero me sorprende contestándome con una nobleza fuera de lo común, con una sinceridad aplastante y con mucho, mucho valor, ha dejado en manos de su "enemigo" la verdad de una parte de lo que sucedió. Reconozco que en momentos como éste me siento genial, que un niño de 13 años sea capaz de responder como él me deja sin palabras.

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