05 marzo 2014

Yo me quedo contigo para ayudarte

Mientras hago la guardia de patio me llama José Luis, un compañero que la realiza en el edificio de ciclos formativos y me pide que entre en el baño de las chicas. Supuse que habían entrado muchas y no había salido ninguna, lo normal es que fumen, (se aprovechan de que hay un profesor de guardia, y no se atreverá a entrar para vigilar y así fuman más tranquilas); asiento y encuentro varias niñas sentadas en el suelo y comiéndose el bocadillo, otras de pie hablando y una (al menos una) utilizando el baño con normalidad.
M.E.: "Venga, todas fuera. ¿Cómo podéis comeros el bocadillo en el suelo del baño?".
Laura: "Es que estamos más tranquilas".
M.E.: "Ala, fuera".
Me obedecen sin mucha resistencia y confieso que lo agradezco, si se ponen remolonas pierdo 5 minutos o más. 
Salgo de nuevo y me comenta José Luis lo importante de cuidar ciertas situaciones, opino lo mismo y me comprometo a pasar a vaciar el baño de las chicas en cada guardia de recreo. En ese momento vemos una "marabunta" de chicos desplazándose. Sabemos perfectamente que eso es un follón, alguien está discutiendo y todos van a ver qué pasa y a gritar para que se calienten los ánimos y se peleen. 
Salgo rápido y veo a una alumna, María, que ha tenido varios enfrentamientos con varias chicas, ella y dos más encabezan la procesión; intuyo que esta vez no quiere pelea, al menos no a la forma tradicional o se habría quedado en un lugar y no avanzaría con esa "procesión" de compañeros. Me planto con los brazos cruzados ante el grupo y les grito que se vayan. Como era de esperar tengo poco éxito; vuelvo a gritar que se vayan y se dediquen a sus cosas, que queda poco recreo y es mejor que lo aprovechen. En ese momento un alumno se pone a mi lado y me dice: "yo me quedo contigo para ayudarte".

Sentí como si se parase el mundo un segundo, es la primera vez que ante una situación así, un alumno se pone a mi lado y me ofrece su ayuda. Además tuve una suerte increíble, Adrián es un chico repetidor de 2º de ESO que aparenta ser más mayor por su altura y desarrollo físico, está bien considerado entre los compañeros y gusta bastante a las chicas, era el alumno ideal para conseguir disolver el grupo sin problemas. Le miré, le sonreí y le pedí que me ayudara. 
Mientras lo hacíamos María pasa a mi lado, le tomo el brazo mientras le pido que se quede conmigo, que quiero hablar con ella.
María: "¿Para qué?".
M.E.: "Para hablar contigo, solo para eso, espérame un momento". 
Y se queda cerca, no sigue, me sorprende y me alegra por igual. 
Conseguimos que se calmaran los ánimos, agradecí a Adrián su inefable apoyo y pienso en llevar a María a un lugar con menos observadores.
La cogí de nuevo del brazo y la llevé al aparcamiento, junto a los autobuses, y le pregunté qué pasaba.
María: "Nada". Totalmente a la defensiva, comprendí que sacaría poco, pero quería intentarlo tras el éxito anterior.
M.E.: "Es imposible que no pase nada y te siga medio instituto".
María no me mira, está cerrada y con aire chulesco, pero sigo.
M.E.: "¿Te has vuelto a pelear con alguien?, ¿qué ha pasado?"...
Sigue mirando a otro lado, cruza los brazos.
M.E.: "A nadie nos gusta discutir y estar nervioso".
María: "A mí si, a mí me gusta insultar".
Sé positivamente que no es cierto, pero ahora solo puedo recoger la información y pedirle que hasta que acabe el recreo no se acerque a las chicas con las que ha discutido. Asiente con la cabeza y la creo.
La semana siguiente en la clase de Adrián recalqué lo sucedido y le volví a agradecer su gesto; comenté que es la primera vez que me sucede y que si hubiera más chicos con esa actitud habría muchos menos problemas entre los alumnos. Se sintió orgulloso e intimidado con las miradas de los compañeros, pero a pesar de ello me dedicó su encantadora sonrisa y una mirada de complicidad preciosa, en la que leí claramente, que volvería a hacerlo si se repitiera la situación. 
Además de una gran satisfacción personal por haber conseguido que uno solo de mis alumnos me apoyara, me sentí bien porque estoy segura de que desde este momento, todos le admiran aun más que antes; y se lo merece.

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