13 marzo 2014

Hace falta que nos disculpemos

En atención educativa con 4º de ESO se habla de muchas cosas. El otro día les comentaba una actividad sobre higiene dental que vamos a realizar, no esperaba entusiasmo ni emoción, pero Pedro hizo un comentario
Pedro:  "Mi hermano es protésico dental y me contesta cualquier duda que tenga".
Reconozco que me molestó, da igual lo que se les proponga, parece que siempre les sobra. En este curso hemos propuesto una mañana de rocódromo y otra de laser-game y no han salido, no conseguimos que los alumnos se motiven, que se animen a realizar actividades diferentes. Estoy cansada de buscar propuestas útiles o interesantes que puedan enganchar a los chicos. Vale, lo de higiene dental no es emocionante, pero puede ser práctico, solo llevan 10 años con esos dientes y casi la mitad de los alumnos tienen caries y muchísimos necesitan ortodoncia. 
Entre que era última hora y que no me gustó nada el comentario hice una intervención.
M.E.: "¡Ah!, claro, como tu hermano es protésico ya no hace falta que venga nadie a explicar nada, los demás no cuentan".
Pedro: "No, que te estoy diciendo que a mí mi hermano me explica todo lo que le pregunto".
M.E.: "Ya, y te repito que por eso los demás se quedan sin charla".
Se generó una momento de revolución, estaba claro que a ellos no les motivaba la charla. Les dije que no era lo mismo un protésico que un dentista, como no es lo mismo un óptico que un oftalmólogo. Les pregunté si conocían la diferencia entre uno y otro y como la desconocían la expliqué.
Una alumna que lleva un corsé, Sara, me decía que su médico es muy joven y sabe menos que el vendedor de la ortopedia. Comentamos por qué no cambiaba de especialista si no confiaba en él, ella decía que lo conocía y que como además estaba el de la ortopedia, le servía; algunos opinaron que si estaba bien así era mejor dejarlo, otros pensaban que era mejor cambiar de médico, se abrió un pequeño debate.
Al fondo de la clase David hablaba con su compañero y en un momento dado levantó la mano, se notaba que estaba molesto por algo, esperé a terminar la conversación de Sara para darle la palabra.
David: "Estoy cansado de que los profesores estén siempre con lo mismo, pues no sé la diferencia entre óptico y oftalmólogo, pero si me pongo a hablar aquí de cosas del campo seguro que ninguno sabe nada tampoco. Que siempre están con lo mismo, que si no les vamos a pagar las pensiones, que si tal". Tuve la sensación de que se cortó, que no quiso seguir.
Estaba muy molesto, rectifico, estaba dolido y manifestó su rabia de forma directa y clara, pero sintió que no era correcto y cortó de una forma un poco brusca. No me extraña, es una delicia de alumno, uno de esos chicos que van bien en todo, estudian, son buenos compañeros, se esfuerzan en los deportes, saben perfectamente medir sus palabras, es muy simpático, con un punto de picardía acertadísimo, sincero, espontáneo, ocurrente sin llegar a cansar, tiene un gran sentido común y una sonrisa limpia de esas que te contagian y sonríes con él aunque no te lo propongas. 
Diría muchas más cosas sobre David, y todas buenas, pero creo que ya he dibujado un poco su perfil y se comprende que yo no pudiera enfadarme ni molestarme por su intervención, aunque él la cortó bruscamente pensando que era así. No me puedo molestar, sobretodo, porque comprendí que tenía una gran dosis de razón. Es cierto que los profesores, por nuestra formación, porque somos mayores (que más sabe el diablo por viejo que por diablo, como dice el refrán), porque estamos ahí para enseñar, o por lo que sea, a veces somos pedantes. Tenía toda la razón. Algunos compañeros intervinieron para afirmar que no estaban de acuerdo con él, otros le apoyaron, dejé que se expresaran un poco y luego intervine.
M.E.: "Tienes razón David, estoy de acuerdo contigo - me miró sorprendido y todos guardaron silencio al escuchar mis palabras - es cierto que en ocasiones los profesores somos un poco pedantes y nos creemos muy por encima de vosotros. Te doy la razón también en lo que has dicho del campo; yo, que soy muy de ciudad, no sabría nada sobre ninguno de los términos que comentaras. Y en cuanto a lo de la jubilación, estoy segura de que no nos la vais a poder pagar vosotros, pero no porque no trabajéis, es que la natalidad ha bajado tanto que no habrá trabajadores suficientes para mantener el sistema de pensiones tal y como está ahora. Y además te pido disculpas, a tí y a todos los que estáis aquí, porque creo que yo he sido una pedante y no tenía motivo para haber hablado así".
David: "No, no, que no hace falta que te disculpes". Casi se disculpaba él ante mí al decirlo.
M.E.: "Si, claro que sí, hace falta y lo hago, no pasa nada".
No fue el único que me miró con gran sorpresa cuando me disculpé y continuó la clase con otros debates.

Le he dado muchas vueltas a ese momento, ¿nos disculpamos los profesores bastante cuando nos equivocamos?, ¿sabemos rectificar?, ¿sabemos bajar de nuestra tarima imaginaria y darles la razón cuando la tienen?, ¿cuántas veces no lo hacemos conscientemente?. 
Si David, hace falta que nos disculpemos y creo que deberíamos hacerlo siempre.

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