17 enero 2016

Un mundo mejor

Esta semana ha sucedido algo realmente maravilloso, fantástico, esperanzador, algo que me ha reavivado la ilusión por todo el trabajo de inteligencia emocional que hacemos en mi instituto; voy a comentarlo para que comprendáis mi euforia.
Al terminar el segundo recreo del otro día, estaba en la sala de procesores y recogí mis cosas (mochila, papeles, guantes, abrigo, llaves,...) para dirigirme al gimnasio y me encontré con un revuelo de alumnos junto a la mesa de pinpon. Escuché a una compañera, Ana, llamando a dos alumnos y me fijé que uno de ellos, Adrián, estaba cerca de mí, es un chico que repite primero y siempre ha sido difícil porque tiene prontos que no controla de ninguna forma y le generan problemas, es un muchacho de pelo rizado, fibroso, no muy alto, con una sonsisa abierta y limpia y la mirada curiosa, por desgracia creo que en su familia no encuentra todo el apoyo que necesitaría, y es una lástima porque tiene muy buen fondo. 
Como decía, Adrián estaba cerca de mí, alterado, nervioso y le sujetaba un muchacho de cuarto, Luis, de mi tutoría; sobre la marcha le pregunté qué había pasado y me dijo que Adrián se había peleado con Enrique. Me fijé en la forma en que lo sujetaba, Luis es bastante alto y tenía a Adrián junto a él y con la mano izquierda sobre su pecho; me llamó la atención porque parecía que lo estaba protegiendo más que separando de una pelea. Sonreí a Luis y le dí las gracias. 
Miré a mi derecha y dos alumnos de tercero sujetaban a Enrique, éste parecía rabioso, muy, muy enfadado y molesto, le he visto esa expresión otras veces. A él si le sujetaban por los brazos, como queriendo impedir que pegara a Adrián.
No había corrillo en esta pelea, no había chicos gritando "pelea, pelea" como otras veces.

Ese día no pude hacer más, pero la mañana siguiente al llegar a la sala de profesores me econtré con Ana y le pregunté qué había pasado.
Ana: "Pues nada, que Adrián llamó tonto a Enrique y este se enfadó y le cogió de la pechera, pero enseguida llegaron Luis y Mohamed y los separaron".
M.E.: "Jolín, no es la primera vez que pasa, ya tuvimos problemas el trimestre pasado por lo mismo".
Ana: "Si, Adrián dice que son amigos y que lo hizo de broma, pero Enrique decía que está harto y se enfadó".
M.E.: "Llamar tonto no es una broma, ¿podríamos hacer una mediación?, creo que hablar del tema les ayudaría".
Ana: "Vale, lo hablo con jefatura y te digo algo".

Cuando iba hacia el gimnasio pensaba en lo diferente que ha sido esta vez, hasta ahora cuando dos chicos se enfadaban y llegaban a las manos tenían alrededor un numeroso grupo de "buitres" que les calentaban para que aumentara su rabia y se pegaran. Con el primer roce gritaban "pelea, pelea" y disfrutaban con ello. 
En cambio ahora no ha sido así, con el primer roce han entrado tres chicos a pararlos, a enfriar la situación; recuerdo a los muchachos que sujetaban a Enrique, lo alejaban y le decían "tranquilo, tranquilo", mientras Luis casi abrazaba y protegía a Adrián.
No puedo evitar pensar que los ocho años de trabajo de Inteligencia Emocional han empezado a dar un fruto inesperado, está bien que haya menos conflictos, que sean, en general, menos graves, que cuando se dan toques de atención a los alumnos respondan mejor y más rápido, pero que entren a parar una pelea me parece el mejor regalo que he encontrado; éste regalo y otro hace unos años cuando yo paré una pelea que un alumno se puso a mi lado y me preguntó en qué podía ayudarme, le dije que disolviendo a los mirones y en unos segundos ya no había nadie.
Estas actitudes son las que buscamos, las que deseamos inculcar en nuestros jóvenes, las que necesitamos para tener un mundo mejor, porque sin duda alguna en el preciso momento en que pararon la pelea el mundo fue mejor. 

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