14 enero 2015

Una guardia en tercero

Esta mañana al llegar me dice una compañera: "¡vaya cómo está el parte!", se refería al de faltas de profesores, he sonreído porque estaba claro que hoy eran muchas las ausencias. Ha insistido: "¡no sé cómo lo vamos a hacer!", tanto comentario me ha sorprendido y he decidido echarle un ojo; pues tenía razón, estamos cuatro profesores de guardia y faltaban cinco. He decidido que ya me lo plantearía más tarde.
A quinta hora tocaba guardia, suelo llegar un poco justa porque tengo que recoger todo el material de la clase anterior, devolver los móviles (los guardo en una caja en el cuarto de las profesoras, lo cerramos con llave, para que no los rompan o se los roben de las mochilas), controlar si se han cambiado de camiseta,... Vamos, que llego justita.
M.E.: "Lo siento, no he podido llegar antes, ¿qué me toca?"
Estaban dos compañeros que no tienen guardia a esa hora pero querían aportar su presencia si era necesaria, lo cual se agradece muchísimo, sobretodo si lo hacen, como era en este caso, de forma voluntaria.
Pablo: "Tercero C, Gabriel se ha ido a primero, en la UIEE está Sara y los demás están cubiertos".
M.E.: "Vale, gracias".
Mientras subo me cruzo con alumnos que vienen de tecnología; está en el otro edificio y por eso llegan más tarde, no hay mucha distancia, pero la cafetería está a mitad de camino y la tentación de comprar unas chuches es grande, además caminan con mucha caaaalma. Bromeo con ellos, se quejan, les llamo viejos, me contestan, nos reímos.
Llego a tercero, saludo a los chicos y les comento que con las prisas se me ha olvidado mirar si tenían tarea asignada y les pido que mantengan silencio mientras bajo a mirarlo.
Lucía: "Tenemos tutoría, nos dijo que adelantáramos tareas". Es un encanto, resuelta, inteligente, alegre, participativa, con una sonrisa preciosa que transmite vida.
Me he sorprendido, estaban casi todos con las mesas limpias,..., bueno, no exactamente limpias, quiero decir que solo unos pocos tenían libros y cuadernos. En fin, que muchas ganas de tareas no he visto. 
Los conozco a todos, les di clase el curso pasado, son majísimos, creo que podemos divertirnos así que les he sonreído con picardía mientras hacía un ruidillo tipo "mmmmm". Me conocen, esperaban ver por dónde salía.
M.E.: "¿Os apetece jugar?"
Han aceptado de buena gana, sonreían, tenían ganas de marcha así que he empezado con un cuento budista.
M.E.: "Había una vez un chico que quería ser monje budista, así que fue al templo que le habían recomendado como el mejor. Al llegar vio varias personas sentadas en la puerta en posición de meditación, él hizo lo mismo, al día siguiente vio cómo salía un monje y le decía a una de las personas que había fuera que se marchara; él siguió y al tercer día salió otro monje le tocó el hombro y le invitó a entrar. Pasó dos días conociendo el lugar y al tercero se acercó al maestro y le comentó que esperaba hacer técnicas de meditación, leer libros, en fin, hacer algo para aprender a ser moje budista. El maestro le miró y le invitó a salir al jardín, estaba lleno de flores y árboles, como era otoño el suelo estaba lleno de hojas secas, el maestro le pidió que las recogiera, que no quedase ninguna. El aspirante las recoge, mira el jardín y sale a buscar al maestro, cuando lo encuentra le comunica que ha terminado, el maestro le sonríe; el aspirante le insiste para que salga al jardín, el maestro sale, lo mira, se acerca a un árbol, le da una patada y de nuevo se llena el suelo de hojas, el aspirante se queda alucinado y se queja: "¿cómo me pide que lo limpie y ahora lo vuelve a manchar?", el maestro le mira y le dice "aun no has aprendido".
Miro ahora a los chicos y les pregunto qué debía aprender, algunos me miran sorprendidos, otros con cara de no entender, otros están pensando y en muy poco tiempo:
Ainhoa: "Que no tiene que esperar que los demás se lo reconozcan o algo así", no solo es lista, también muy guapa, ha terminado de decirlo y ha levantado sus preciosos ojos claros para ver mi expresión, (me parece un pecado que no lo haya hecho mientras hablaba, esos ojos son un regalo que debe compartir). Me he sentido genial, le he sonreído.
M.E.: "Exacto, ¿cuántas veces hacéis lo que creéis que los demás esperan de vosotros y no lo que de verdad os apetece?".
Javier: "Muchísimas".
Me ha sorprendido, es un encanto, tímido, dulce, con una sensatez impensable en un muchacho de su edad y muchas más cualidades, aunque entre ellas no estaba la capacidad de decir lo que piensa anticipándose a los demás como ha hecho ahora. Ha sido genial, decirlo él y seguir un montón de alumnos haciendo aportaciones y comprendiendo que tras esa dependencia de la aprobación está la negación y el olvido de tu mismidad. Luego hemos seguido jugando a más cosas, ha sido una guardia fantástica.

2 comentarios:

  1. Que bonito Cuca, y que manera tan divertida de que los chicos aprendan. Como me gustaría volver a la ESO para aprender muchas más cosas de las que aprendí, ya que algunos años los desperdicié, pero no era consciente, ahora lo soy y me arrepiento. De todas maneras creo que ahora hay grupos mas buenos y que quieran aprender que antes, y eso es bueno. Yo nunca voy a olvidar mi experiencia en la ESO, me he divertido, he llorado, he aprendido, he cambiado, he crecido, he discutido, he hecho de todo allí, y todo que hacía, me ayudaba a crecer. Y sobre todo a aquellos profesores que nos ayudabais a ello, incluida tu, Cuca. Gracias por esa educación. Por cierto, ¿podrías adivinar quien soy? Soy Nerea Carrasco jejejeje.

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    1. Hola gamberrilla, no te arrepientas de nada, todo lo que hiciste te ha ayudado a ser quien eres; no lo olvides porque ahora eres un auténtico bombón por fuera y por dentro.

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